Con este título suelen agruparse las narraciones que el costumbrista catalán publicó en diferentes periódicos y revistas y reunió, luego, en los siguientes libros: Del meu tros [De mi cercado], Barcelona, 1879; Quadros populars [Cuadros populares], 1881; Entre familia [Entre familia], 1885; Escenes barcelonines [Escenas barcelonesas], 1886; Monólegs i quadros [Monólogos y cuadros], 1887; Pobrets i alegrets [trad. lit. Pobretes y alegretes, locución recogida en el Vocabulario de refranes de Correas], 1887; Gent de casa [Gente de casa], 1889; Plorant i rient [Llorando y riendo], 1891; Collecció de quadros [Colección de cuadros], 1893.
A raíz de su muerte, la «Illustració Catalana» emprendió la publicación, entre 1906 y 1907, de sus obras completas, en doce volúmenes, diez de los cuales contienen narraciones. Han sido reeditadas, con algunas adiciones, en 1948. En la obra narrativa de Emili Vilanova, pueden distinguirse tres grupos temáticos, de valor desigual. En primer lugar, narraciones de ambiente oriental, pequeñas parodias de temas románticos, en las que situaciones y personajes se convierten en muñecos de un grotesco no siempre logrado. Los nombres son un simple juego fonético de adaptación de palabras catalanas: Alí-Babau, Mohamat-Alí- Kates, Zelamira, Ben-Hifat, Alí-Babalá, etcétera. No hay, en ellas, una parodia de auténtica trascendencia.
Su finalidad reside en la propia caricatura, y en las posibles consecuencias humorísticas. Más importantes son las narraciones de tema gitano, en las que la observación y recreación de hechos, tipos y expresiones están ya más a su alcance- A pesar de ello, Vilanova no penetra en la entraña de su psicología, sino que se limita a los elementos pintorescos de su superficie. Las narraciones que dominan por su cantidad y hondura son las de tema barcelonés, aquellas a través de las cuales la pequeña Barcelona menestral de fines del siglo XIX se convierte en un verdadero mito literario, (v. también Sainetes). Todo el mundo abigarrado de la pequeña Barcelona de carreteros y cocheros, de vigilantes y serenos, de vendedores ambulantes, de pequeños rentistas, de chismosas callejeras, de mujeres dominadoras y hombres débiles, etc., es recogido en las narraciones de nuestro autor con toda su humanidad palpitante y densa, viva y difícil.
En realidad, esas escenas barcelonesas, en las que el diálogo domina y ahoga la narración, con su agilidad y finura, son simples situaciones, verdaderas instantáneas fotográficas, a través de las cuales se va perfilando la realidad buscada. La psicología de los personajes —exacta en sus límites — viene dada por el diálogo, por la situación, y un poco malgré lui. La única intención a la que apunta Emili Vilanova es el reflejo de escenas y aspectos del pequeño mundo barcelonés ochocentista, pero sus consecuencias van más allá de sí mismo. Los sencillos cuadros de costumbres, con su humor fácil, bonachón, con sus vetas de sentimentalismo y lirismo, sorprenden, a veces, con el personaje trágico, complejo dentro de su simplicidad e ignorancia, como el inolvidable Milhómens. Son la realización literaria, dentro de la más genuina tradición costumbrista del siglo XIX, de un mundo concreto, de auténtica personalidad, de aspiraciones inmediatas, sencillas y prácticas, un poco orgulloso de sí mismo y un mucho desconfiado y recluido en sus propias virtudes y defectos, sin concesiones a la fantasía o a las demás clases sociales.
Todo este pequeño mundo cotidiano, real, casi íntimo, que oscila entre la ternura y el humor, está construido sobre una lengua llena de sorpresas y atisbos. Los términos y los conceptos se asocian por una lógica interna de humorismo vivo, penetrante, ya directo, ya de matiz, que transforma su valor recto en otro de grandes posibilidades plásticas. Cada término lleva en potencia una metáfora — de orden más o menos gramaticalizado—, que se actualiza inesperadamente en la esquina de cada oración o período. Entraña, en su más pura sencillez, todo el proceso de creación lingüística popular (que, en Vilano- va, oscila entre la mera recreación y la creación genial), de estructura intuitiva y espontánea, que, desde el trampolín del sentimiento, se ordena en un corpus perfecto, penetrante, de numerosos y acusados matices. Los motivos de su lengua literaria (que carece, por otra parte, de una plena pureza normativa) son reales, directos, de raíz biológica, y raramente de origen intelectual.
J. Molas