[ln St. Jürgen]. Es una de las primeras novelas del autor, publicada en 1867, y que después de Immensee (v.), ocupa posiblemente el primer lugar entre las llamadas novelas de resignación, las cuales, con su delicada y conmovedora melancolía y con la sugestiva dulzura de recuerdos pretéritos, presentan un colorido lírico y todavía romántico, si bien el temple sano del sentimiento y la claridad objetiva de la exposición descubren al realista habituado a la observación directa de la vida y hacen semejante la novela a una canción popular de los buenos tiempos antiguos.
La primera parte de la historia está narrada por la vieja ama Inés Hansen, que pasa los últimos años de su vida en el asilo de St. Jürgen, en Hu-sum, la pequeña ciudad nórdica en que nació el poeta. Ella era hija de un activo y honrado comerciante de la ciudad, y en su juventud había estado prometida con el hijo de un artesano vecino, Harre, joven de porvenir, de cuya tutela, al quedar huérfano se había encargado el padre de ella. El amor entre los dos jóvenes, narrado con una delicadeza conmovedora, es truncado por la desventura en el momento de alcanzar la meta soñada. El padre de Inés, obsesionado por la leyenda de que en el fondo de su cisterna existe un antiguo tesoro escondido, y sugestionado por un viejo estafador, despilfarra cuanto posee, a fin de encontrar el tesoro, e incluso consume el patrimonio del joven, a él confiado.
Descubierto el engaño, el padre se ve obligado a confesar su ruina, y el prometido de Inés ha de abandonarla para marchar en busca de fortuna. Inés no vuelve a verlo, aunque continúa siéndole fiel durante toda su vida. En la segunda parte de la novela, el poeta, de regreso a la ciudad natal, encuentra en el tren a un viejo y simpático paisano, que tras cincuenta años de ausencia vuelve a visitar su ciudad: es Harre. Cuenta que, después de abandonar a Inés, se dirigió a Viena para aprender la fabricación de pianos, y que más tarde había trabajado en Suecia con una familia a la que había cobrado intenso afecto. Habiendo enfermado gravemente el patrón, hubo de prometer ante el lecho de muerte que no abandonaría a la familia en las difíciles circunstancias en que quedaba. Finalmente, los hijos le habían inducido a casarse con su madre y él acabó cediendo, aunque sin sentirse feliz con el enlace, ya que no había olvidado a Inés. Cuando por fin la esposa le obliga a ir en busca de su antigua prometida, es demasiado tarde, pues el día antes de su llegada, había expirado Inés, y él lo halló «todo vacío», como dice una nostálgica canción de F. Ruckert, en la que la novela se inspira. El estilo se mantiene todavía delicadamente lírico, si bien aquella pacífica resignación sin amargura y la cálida fusión de la naturaleza y el alma desembocan en la delicada y firme representación de un pequeño mundo real.
C. Baseggio y E. Rosenfeld