[In the cage]. Novela del norteamericano publicada en 1898. La «jaula» es una pequeña oficina postal aneja a una tienda de comestibles y separada de ésta por medio de una reja. Estamos en el distrito más aristocrático de Londres, donde, como el pajarillo dentro de la jaula, una joven empleada de viva y romántica fantasía, intuye, penetra, vive, a través de los telegramas más o menos misteriosos que cotidianamente pasan bajo sus ojos, la vida fabulosa de los más ricos y nobles clientes de la oficina.
Su atención termina concentrándose en una mujer, la más bella que jamás ha visto, y por consiguiente, sobre el hombre que debe centrar la vida de esta mujer. Se establece entre la joven empleada y el capitán Everard una tácita inteligencia, que a la heroína le produce estremecimientos de intensa emoción, y que la lleva una tarde a un imprevisto e inolvidable paseo, del que su prometido, cuando le hable de él, tendrá razón para estar celoso. Tiene la protagonista una amiga, la señora Jordán, una viuda que ejerce la rara profesión de cuidarse del adorno floral de los solteros que tienen casa puesta: ángulo visual también muy peligroso para el que lo utiliza y se exalta con las confidencias de sus distinguidos clientes.
La situación, habilísimamente llevada a través de las vibraciones de sentimientos minuciosos, se resuelve con el derrumbamiento de las esperanzas que ni la protagonista, ni la señora Jordán, habían jamás osado formular claramente, ni aun a sí mismas. La diligencia de la joven empleada, impulsada por el interés morboso que en ella suscita el héroe de sus ensueños, logra salvar a este último de un obscuro embrollo que no queda bien claro. Pero la afortunada solución significa el matrimonio del capitán con la bellísima dama de los telegramas y su consiguiente desaparición de la escena.
Por su parte, termina la señora Jordán haciendo sus revelaciones: Se casa. ¿Con quién? ¿Con el nobilísimo Lord Rye? No; con el señor Drake, el mayordomo de Lord Rye. Es la revancha de la joven soñadora: ¡un mayordomo, un criado! Pero el señor Drake entra al servicio de la viuda de Lord Bradeen, muerto por aquellos días, que está para casarse en segundas nupcias nada menos que con el capitán Everard. El cual, lleno de deudas, se ha salvado del escándalo y el deshonor, gracias a la diligencia de la joven empleada que permitió a Lady Bradeen recuperar el telegrama que le comprometía. Está decidido: la heroína dejará el noble distrito de Mayfair para pasar a la oficina suburbana de la que el señor Mudge, que dentro de pocos días será su marido, es el jefe: Mayfair ya no tiene interés para ella.
En este punto nos damos cuenta de que la «jaula» es también metafórica; es la clase social a la que la joven soñadora y la señora Jordán, a pesar de sus. fantasías y de sus incursiones en el mundo del oro y de la sangre azul, están condenadas sin posibilidad de rescate. El mayor mérito de la narración, toda ella enfocada desde el punto de vista de la protagonista, es la ligereza de toques gracias a la cual los fragmentos que, de hecho, la componen, van poco a poco formando un cuadro, claro en su conjunto y sin embargo, delicadamente vago en los contornos. El «sentimiento» de James, desde luego excesivo en algunos puntos, se salva siempre, sin embargo, de convertirse en sentimentalismos por la lucidez con que sigue el proceso psicológico en todas sus vibraciones, aun en las más pequeñas, proceso medido y sospesado con seguridad poco menos que científica. La novela es famosa entre los devotos de James, porque su técnica alusiva se afirma en ella hasta el punto de que el propio nombre de la protagonista, es silenciado.
C. Izzo