[L’énigme]. Drama en dos actos representado en 1901. La acción se desarrolla sin pausa, en el curso de pocas horas, sobre el sugestivo fondo de un viejo pabellón de caza, aislado en mitad del bosque. Entre sus estrechas paredes sólo hay lugar para los propietarios, Raimundo y Gerardo de Gourgiran, dos caballeros enamorados de la caza, y para sus respectivas mujeres, Leonor y Gisela. Los huéspedes, el viejo marqués de Neste y Vivarce, duermen, con los niños y el personal de servicio, en una pequeña quinta vecina.
Es por la noche. La lectura del relato de un crimen pasional suscita una encendida discusión, en la que cada cual revela su naturaleza. Ambos hermanos están de acuerdo en reclamar la venganza sangrienta por parte del marido traicionado. Neste, que es el portavoz del autor, protesta en nombre de la civilización y de la humanidad. Leonor declara su simpatía por la mujer que defiende abiertamente la vida del amante; Gisela concede el derecho a las armas del débil: la hipocresía y la astucia. Por la noche los hermanos, que se han levantado sin que nadie lo supiese para llevar a cabo una expedición contra los cazadores furtivos, encuentran la puerta abierta y hallan a Vivarce que trata en vano de huir. Una de las mujeres traiciona, pues, a su marido, pero no hay elementos para acusar a una más que a la otra.
Leonor, que ha acudido al ruido de las voces, se defiende agresiva y apasionadamente. Gisela parece estar durmiendo. En una serie de escenas muy dramáticas todos los personajes se torturan recíprocamente, en busca de un indicio que ni siquiera el más astuto y atento de los espectadores consigue captar. Por fin Vivarce, para salvar a la mujer amada, se dispara un tiro de fusil, fingiendo caer víctima de un ataque. Sólo entonces Leonor grita al marido su culpa y le pide como una gracia la muerte. Pero él, por un refinado espíritu de venganza, se la niega. La psicología de los personajes de Hervieu es en general rudimentaria, porque responden más bien a fórmulas lógicas que a intuiciones artísticas; pero en este drama la discusión de las ideas se entrelaza de modo bastante original con un problema de hecho, anticipando casi los procedimientos del teatro policíaco. Por la rapidez de la acción, por el vigor y la sobriedad de las escenas, por la inquietud sugestiva que lo envuelve, El enigma nos parece uno de los ensayos más felices de aquella vuelta a la sencillez de la tragedia clásica, que Hervieu, remontando a la inversa el camino señalado por el drama romántico y la obra complicada y artificiosa de Scribe, trata de adaptar al mundo burgués contemporáneo.
E. Ceva Valla