[Del reggimento e costume di donna]. Tratado en prosa y verso de Francesco de Neri de Ranuccio, llamado Da Barberino (1264-1348), empezado antes de 1309, o en todo caso antes que los Documentos de amor (v.), y terminado probablemente entre 1318 y 1320.
Con intención didáctica se dan varios preceptos sobre la educación de las muchachas casaderas y sobre el modo como las mujeres han de comportarse en sociedad en las diversas ocasiones de la vida. Dos personajes alegóricos, Elocuencia e Industria, dictan al poeta las normas: por intercesión de Honestidad, la Señora (que ha de entenderse como suprema Inteligencia) da a conocer las leyes de la sabiduría que no pueden descuidarse en la vida. Este marco doctrinario demuestra la cultura de Francesco, que, durante su estancia en Provenza, se empapó de los motivos preferidos en dichas tierras, conoció directamente también los estudios franceses, y meditó los dictámenes del «stil novo» en una atmósfera refinada y preciosista.
Dentro de dicha estructura culta se revela el interés humano y cordial del observador de la vida contemporánea, en particular toscana: cuentos realistas, fantasías movidísimas y cuadros de la vida real se mezclan en el tratado, formando partes que pueden considerarse independientemente, tal es su fuerza descriptiva. Se presentan en verso los modales perfectos de la sirvienta, de la monja y de la buena madre. La gentileza y la alegría han de ser características de una muchacha: la vida se abre para acogerla, por ello debe presentarse en toda su pureza. Con mucho candor, en versos excepcionalmente suaves, el poeta se detiene a contemplar a la novia en la fiesta nupcial y en particular en los preparativos de la víspera, en su aderezo, en la timidez con que va a dormir por última vez sola.
Acompañada por las comadres, entra en la cama hasta que el sueño la invade delicadamente: «Chiude la donna le occhi, e dorme» («Cierra la mujer los ojos y duerme»). Otras partes en verso muestran con qué seguridad y perspicacia sonriente observa Barberino la vida cotidiana: por ejemplo, en los preceptos dirigidos a la peluquera (que ha de estar atenta a su oficio y ser modesta) y a la vendedora de gallinas o quesos (que procurará trabajar bien, sin engañar a los clientes), y así por el estilo. Son interesantes divagaciones las novelitas y anécdotas en prosa que animan los preceptos con observaciones curiosas, como la frase de la chismosa que, escandalizada porque hablaba por todos en la mesa, respondió: «Éstos saben hablar, por lo que pueden callar; pero yo no sé, de modo que me conviene hablar para aprender».
Entre las demás novelitas son bastante conocidas las de Felice, doncella de la ciudad «llamada San- Lis en Francia»; de las dos hijas de Maese Oddo, caballero de Normandía, Margarita y Juana, la una hermosa y la otra sabia; de la vana y hermosa joven de Uninga que acabó lapidada; de las tentaciones diabólicas de una mujer hermosa en la ermita de «Noion en Picardía», sólo alejadas por voluntad divina. La más brillante en su aspecto artístico es la historia de una hermosa muchacha que se hace pasar por endemoniada y alborota la casa entera. Ni siquiera finge que se cura cuando la amenazan con agujerearle la cabeza con un hierro ardiente para hacer huir a los diablos, pero cuando ve que su padre está a punto de cortarle el pelo del que está muy orgullosa, entra inmediatamente en razón. Mientras el padre la agarra por las trenzas y le dice a la madre: «¡Corta!», la hija susurra: «No hay necesidad, pues ya estoy curada».
La obra, aunque desigual como concepción artística, es más viva que los Documentos de amor; los diversos motivos realistas demuestran gran interés por la vida del siglo XIV, transfigurada por las intenciones didácticas y por el abandono a la variada ligereza de costumbres.
E. Cordié