[Corps et ames]. Novela de Maxence Van der Meersch (1907-1951), publicada en 1943. Van der Meersch, espíritu evangelizador por naturaleza, siempre se mostró declarado enemigo de los prejuicios, errores e ignorancias en que tan a menudo suele complacerse la sociedad y, en cada uno de sus libros, gusta de barajar algún documento humano de este tipo. Su honradez, su buena fe y una cierta habilidad en el manejo de la pluma se encargan del resto.
En Cuerpos y almas se asigna la misión de exponer ante la opinión francesa y el público en general los turbios manejos de la medicina oficial. La novela, como ya se sabe, provocó con su aparición un gran revuelo entre la clase médica. Se trata de un conglomerado de datos, anécdotas y rumores sobre ese mundillo presidido por la figura de Hipócrates. El protagonista es un simpático y joven médico, hijo de un destacado personaje de la Facultad, quien, después de casarse con la mujer que amaba, renunció a la brillante carrera a que estaba destinado para establecerse en un rincón perdido y vivir casi como un santo. Un sentimiento decisivo le había empujado a esta decisión: la aversión que parecía experimentar por los más brillantes colegas que había tenido ocasión de tratar. ¿Qué le reprochaba a la medicina oficial? Simplemente, que, por falta de clarividencia tanto como por rutina, se obstinase en «confundir el síntoma con la propia enfermedad». Atenta sólo al síntoma, a fin de reducirlo lo antes posible, recurre a los medicamentos, conducta que sólo conduce a escamotear el síntoma por algún tiempo. En resumen, la medicina abandona en la sombra a la que debiera ser su auténtica presa, y la curación es puramente ilusoria; el problema continúa en pie.
También el protagonista cree poder sustituir tales prácticas por cierto método inspirado en la medicina llamada hipocrática, sintética o humoral. Salta a la vista que, en el pueblo, las cosas no marcharán bien para el innovador. Su actividad le enfrenta con sus colegas, a quienes la rutina y la larga práctica de la profesión les ha conferido un prestigio de que él carece, sufriendo, en consecuencia, desengaños, vejaciones, etc…. Tal viene a ser el caso psicológico, que nos permite enjuiciar lo fuerte y lo débil de esta novela. Van der Meersch tiene razón al protestar contra ciertos abusos que entraña la práctica de la medicina. Es muy cierto que el arte de curar expone a grandes tentaciones. Sin clara conciencia del caso que se ventila, y sin clara conciencia del deber, el médico cruza pronto la frontera que le lleva de lo mediocre a lo malo y, a partir de entonces, el charlatanismo es su arma de guerra. Creemos, por el contrario, que Van der Meersch se equivoca cuando condena a la medicina clásica bajo el pretexto de que «después de Pasteur, se ha hipnotizado con el microbio». Su héroe nos hace pensar en aquel solitario de Port Royal que acusaba a los jesuitas de considerar como pecados veniales los que él ansiaba que se calificasen de mortales.
Para emitir juicios sobre materias científicas conviene ser cauto y cerciorarse de pisar terreno firme. Se tiene la impresión de que el autor ignora casi todas las disciplinas que hacen posible la existencia de la medicina como lo testimonia el empleo de más de un término médico al margen por completo de su sentido exacto. De aquí la serie de errores en que incurre y cuya enumeración sería muy extensa. Todo ocurre como si el autor se hubiese propuesto crear una medicina imaginaria con el solo propósito de encajarla en su preconcebido relato. Hechas estas reservas, es de justicia reconocer que la obra está lejos de carecer de vigor. Es un animadísimo cuadro de costumbres, insuflado de naturalidad y rico en caracteres bien sostenidos. Bajo una enclenque apariencia, Van der Meersch poseía un temperamento vigoroso. Si recuerda a Zola por su don de observación y el gusto por la crudeza, esta inclinación naturalista suya jamás pone freno a su constante búsqueda de todos los valores morales. Como ha observado agudamente cierto crítico, «un libro de Van der Meersch es siempre el sobresalto de una conciencia magníficamente humana».