Si se prescinde de las Sinfonías de Clementi y de las de Cherubini, las cuales, compuestas fuera de Italia, no tuvieron contacto con la vida musical italiana de su siglo, este Concierto en si bemol menor, junto con la «Segunda sinfonía» (v. Sinfonías) de Giuseppe Martucci (1855-1909), es la máxima expresión del movimiento sinfónico italiano del siglo XIX. Fue estrenado en Nápoles en 1886 y, dada la singular posición histórica de Martucci, la obra representa uno de los puntos culminantes de la asimilación italiana del sinfonismo europeo. Como en las composiciones para piano, Martucci, en las dos Sinfonías y en el Concierto, se remite a los modelos más puros del Romanticismo (Schumann más que Mendelssohn, Brahms mucho más que Liszt), pero intentando el paso de esta experiencia a la orquesta, o sea a un plano arquitectónicamente mucho más vasto y arduo.
A Schumann se remite por lo que respecta a la preeminencia dada al instrumento solista, protagonista estable de todo su trabajo; pero por otra parte, en lugar de la amorfa y sorda orquesta schumanniana, le ofrece una orquesta de firme ligereza y ductilidad, tejida de contrapuntos airosos y de infalible finura sonora. En cuanto al sentimiento constructivo, Martucci no teme aspirar a las experiencias más arduas contemporáneas (Brahms); la misma libertad frente a los esquemas tradicionales, el mismo absorto fantasear. Dentro del valor de esta experiencia histórica, fundamental para el porvenir de la música italiana, está, naturalmente, la personal aventura artística y humana de Martucci, único elemento capaz de hacerla legítima y concreta, levantándola sobre una personalidad viva, un gusto preciso. En este concierto su empeño es demasiado vasto y arduo para que este gusto emerja con tanta claridad como en las obras para piano (v. Nocturnos); con todo, es indudable que en los pliegues de su bella túnica formal, lo que mantiene vivo el interés, es siempre el margen breve, pero constante y exacto, que el autor de la «hoja de álbum» de fines del siglo XIX, deja para sí mismo; a su gusto «menor», pero correctamente elaborado y humanamente firme. El primer tiempo, «Allegro giusto», se funda en un tema rítmicamente vigoroso (de evidente derivación schumanniana), afirmado por el piano después de una introducción muy cadenciosa que ya contiene anuncios de él, y en otro, en tono relativo «mayor», expansivo y pasional, también expuesto por el piano a continuación de los instrumentos. Otra idea, en la tonalidad principal, es después enunciada por el piano y la trompa en el curso del desarrollo; primero tranquila y «cantabile» con largas y sostenidas notas ligadas, pero después más incisivamente ritmada hasta asumir casi las funciones reservadas tradicionalmente a la frase conclusiva de la exposición.
El planteamiento general es, a la manera de Brahms, rico en divagaciones y retornos y transformaciones, confiado como está sobre todo al trabajo improvisador del instrumento solista; y ni faltan tampoco en la forma de su desarrollo, presentimientos straussianos. Con todo, el esquema tripartito está netamente señalado, y la lógica del discurso, sellada, después de una larga «cadenza», por una conclusión perentoria e inevitable. El segundo tiempo, «Larghetto», está en forma de «Lied» tripartito: el primer tema en «sol bemol mayor», es expuesto por el piano; el segundo, en «si bemol menor», por los violoncelos; otra idea, entonada al comienzo como introducción por los arcos, tiene también importantes funciones de acompañamiento y coligación en el transcurso de este fragmento; un breve arpegio de la trompa, de una nostalgia muy propia del autor, resuena de vez en cuando para dar carácter a la composición. Más precisa todavía que la del primer tiempo es la arquitectura del tercero, «Allegro con spirito»; concebido en forma de «sonata» (primer tema en dos distintos períodos confiados uno al piano, otro a los arcos; segundo tema, en «re bemol mayor», confiado a los instrumentos de madera), pero casi con el carácter de «rondó», recuerda brillantemente la más célebre tradición alemana del género; en la repetición, los dos períodos estróficos de que consta el primer tema se vuelven a exponer simultáneamente por el piano y la flauta.
F. D’Amico