Del romano Sexto Turpilio (segunda mitad del siglo II antes de Cristo), se conoce una docena de comedias, que por el vestuario del actor y por el ambiente griego se llamaron «paliadas». Los mismos títulos denotan a menudo personas y cosas de Grecia: Los auxiliadores [Boethuntes], El portador de cestas [Canephorus], Demetrio [Demetrius], El artífice [Demiurgus], El heredero [Epiclerus], La cortesana [Hetaera], Las mujeres de Lemno [Lemniae], Leucadia [Leucadia], La mujer de Lindo [Lindia], El niño [Paedium], La guardiana [Paraterusa], El hijo que quiere a su padre [Philopater], Trasileón [Trasyleon].
La más conocida de todas fue Leucadia, en la que el poeta escenificaba, bajo el modelo menandreo, la historia amorosa de Faón, bellísimo marinero de Lesbos, a quien Venus había dotado del poder de hacer que todas las mujeres se enamoraran de él; una de éstas, salvada de un naufragio, por no haber sido por él correspondida en su amor, quiso arrojarse al mar desde los altos peñascos del monte Leucades. La comedia tenía un fin alegre; y el amor por Faón era acaso sustituido por otro afecto. Hasta los temas más dramáticos eran, pues, tratados con gracia y ligereza. Estas comedias, que son las últimas «paliadas», marcan la extrema evolución del gusto menandreo y del teatro de ambiente griego en Roma. En consideración a los tiempos, que querían un teatro más popular y nacional, Turpilio, aun sin degradar el tema y los personajes, ni disfrazarlos de tenderos romanos, como hacían los «togatógrafos», dio a sus personajes un lenguaje prosaico y plebeyo, aunque con el único propósito de introducir mejor, como si fueran sacadas de la viva voz del pueblo, máximas de sabiduría común.
F. Della Corte