[Racine et Shakespeare]. Obra crítica muy conocida dentro de las polémicas románticas. Se publicó entre 1823 y 1825. Repugnándole a sus propias ideas estéticas el aceptar lo «bello» en sí y por sí, e inclinado a valorar los aspectos característicos y nuevos de la cultura moderna, el autor no podía dejar de participar en el movimiento de ideas que llevó a las afirmaciones más salientes del Romanticismo europeo.
Aun en su típica mentalidad dieciochesca e ideológica, Stendhal entrevé la necesidad de un nuevo gusto en la literatura y en las costumbres. En esta obra expone en forma polémica cuanto había ya afirmado en las Vidas de Haydn, Mozart y Metastasio (v.), en la Historia de la pintura en Italia (v.) y en el Del amor: es preciso estar con Shakespeare (Shakspeare, según la grafía romántica) contra Racine, con la poesía de la naturaleza y de la pasión contra los cánones tradicionales y fríos, que impiden crear tanto para la inmortalidad como para los lectores de todos los tiempos. Hay que estudiar el corazón humano, en sus leyes y en sus contrastes; hoy no se vive como ayer, y los grandes de todos los tiempos — los clásicos, esto es, los mejores — han sido siempre originales, es decir, románticos de la edad en que vivieron.
Solamente los clasicistas olvidan esta verdad fundamental y toman a Racine (aunque tiene también rasgos de verdades grandeza, cuando es poeta sincero, dice el polemista) por canon y modelo. La primera parte, de 1823, enlaza con las discusiones del Conciliador (v.) y de los románticos lombardos, mientras que en Francia no se había enconado todavía la batalla romántica, ni la cuestión del teatro había llegado aún a las más ásperas luchas sobre la naturaleza y el fin del arte; la segunda parte, de 1825 (publicada antes en opúsculo), es verdaderamente cáustica y ágil, y va contra las afirmaciones antirrománticas hechas por Auger en la Academia; tiene el tono de un verdadero libelo por sus actitudes y argumentaciones.
La obra en conjunto adquiere su significado situándola en la atmósfera de las polémicas que comenzaron» precisamente en el año 1825, en el «Globo»: aunque este famoso diario no estimaba a Stendhal más que como un francotirador notable, pero aislado en la escena literaria. Entre los escritos críticos de Stendhal esta obra tiene valor decisivo para comprender la formación de uno de los escritores modernos más representativos.
C. Cordié