El valor del testimonio personal

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DIARIO DE PRAGA (1941-1942)

Petr Ginz

Edición a cargo de Chava Pressburger

Trad. de Fernando Valenzuela. El Acantilado, Barcelona, 2006, 184 págs.

por Anna Rossell

http://annarossell.blogspot.com.es/

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A menudo es la sencillez la cualidad que hace un texto especialmente valioso. Y esto atañe tanto a la ficción como a los textos que, tal es el caso que nos ocupa, pertenecen al género de los testimonios personales, de los diarios. Claro que si, además, se trata de un diario de un autor observador y sensible, escrito en un periodo clave de la historia, entonces estamos ante un documento que, desde el día a día cotidiano, puede contribuir a iluminar este lapso de tiempo.

Este Diario de Praga (1941-1942) tiene esta peculiaridad, y el hecho de que su autor, Petr Ginz, sea un niño de trece años cuando aborda la tarea, de familia judía, y que viva en la capital de la Checoslovaquia ocupada por los nazis, le confiere aun el valor añadido de que permite al lector participar precisamente en los acontecimientos de los años más trágicos del siglo XX para los judíos europeos y en una de las ciudades más sensiblemente tocadas: Praga.

Probablemente no es casualidad que Petr Ginz comenzara a escribir su Diario en septiembre de 1941 -por lo que dice el propio autor en las primeras entradas, en las que alude a unos cuadernos que él mismo ha armado para esta finalidad, no parece que existiera un Diario anterior-, la historia nos ha enseñado, a través de muchos casos documentados, que la escritura de un diario constituye una ayuda psicológica valiosísima para sobrellevar situaciones difíciles. En tal caso, la existencia misma del texto así como la fecha de su inicio -19 de septiembre de 1941-, son, ya en sí, el síntoma del recrudecimiento de las condiciones de vida de los judíos, como lo es, certeramente, la fecha de la última entrada en el segundo y último cuaderno, la del 9 de agosto de 1942, poco antes de que Petr Ginz fuera deportado a Terezin, la ciudad a62 kilómetros al norte de Praga, desde noviembre de 1941 constituida en gueto, donde aún vivió dos años desde octubre de 1942, antes de ser trasladado a Auschwitz para morir en las cámaras de gas.

Uno de los mayores valores que a mi entender posee el Diario estriba en el hecho de que, a través del puntual registro de los quehaceres y acontecimientos cotidianos (las excepcionales fechas sin anotaciones son históricamente sintomáticas) de un adolescente, se echa de ver lo que, aunque sabido, no se refleja de la misma sorprendente manera en los libros de historia: la “naturalidad” con que el terror se va instalando subrepticiamente en la vida de la comunidad judía de Praga y la “naturalidad” con que, progresivamente, lo va “asumiendo” esta comunidad. Un dato relevante a este respecto lo constituye el estilo marcadamente lacónico que desarrolla el autor, quien se limita a anotar sucesos de su ámbito privado o los que le llaman la atención a su alrededor en la ciudad o en las noticias que escucha clandestinamente, sin reflexiones ni comentarios adicionales por su parte. El adolescente nunca manifiesta su temor o su dolor. Ni siquiera se traslucen alteraciones de la tensión nerviosa cuando el ritmo decididamente creciente que adquieren los acontecimientos que relata, claramente amenazadores para su existencia, culminan en las últimas entradas para interrumpirse bruscamente. Es asombroso comprobar que las víctimas más directamente afectadas no sospecharan ni por un momento, ni siquiera cuando ésta era ya inminente, la muerte segura para el que estaban programadas, a pesar de las leyes restrictivas, a pesar de los maltratos callejeros, de las expropiaciones, de las deportaciones, de los guetos y de los transportes sistemáticos. Una prueba más de la perfecta organización del exterminio masivo planificado, tan bien mantenido en secreto entre la gente de a pie.

El libro no se agota en el Diario. Con buen criterio Chava Pressburger, editora y hermana del autor, añade, en la segunda edición checa, que es la primera en español, un capítulo de “Notas sobre el diario de Petr Ginz”, en el que escuetamente aclara algunos términos que pueden quedarle oscuros al lector o sitúa en un contexto histórico algo más amplio ciertas anotaciones de su hermano. Ello da al conjunto el carácter de breviario de historia para este año crucial. Algunos textos de carácter literario y dibujos de Petr, de los años de Terezin, completan el libro y aportan datos sobre la versátil personalidad del joven, así como de sus extraordinarias dotes para el arte y la literatura. Un pequeño tesoro, pues, descubierto de modo accidental a raíz de la tragedia sufrida en 2003 por la nave espacial norteamericana Columbia en la que viajaba el cosmonauta israelí Ilan Ramon.

© Anna Rossell  

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