EL REALISMO DE LA POESÍA

Poemas de Madrugada - Cise CortesCise Cortés
Poemas de madrugada,
Amazon, KPD, 2015

por Anna Rossell

En la poesía de Cise Cortés, al igual que cuando leemos sus novelas, la primera cualidad que se percibe es la sensible capacidad de observación de la autora, que sabe ver detrás de los pequeños detalles físicos de las personas y los objetos todo un mundo, un mundo que deja de ser físico; en el caso de las personas es el mundo interior, aquél que nos acerca y nos descubre su alma, su sufrimiento, sus temores, su malestar o su felicidad; en el caso de los objetos -de las cosas inanimadas- es el mundo que se desprende de la relación de estos objetos con las personas con las que entran en contacto.

Ya en su primer poema, un poema impactante que nos sensibiliza sobre la práctica de los matrimonios forzados de niñas en muchos países, tenemos en muy pocas líneas un ejemplo de estos dos aspectos cualitativos que acabo de mencionar. El poema comienza así:

«No vistas a la novia./No, déjala que juegue un poco más./Deja que sus manos recorran/ el cuerpo roto de su muñeca,/el barro amargo/con el que quiere alimentarla./[…]»(«La novia»)

En los dos primeros versos la voz poética ya nos ha puesto en situación, ya nos ha resumido el momento en que se encuentra la protagonista del poema y con “déjala que juegue un poco más” ya nos queda clara la mirada crítica de la voz poética hacia esta boda que trunca una niñez que se encuentra en pleno desarrollo y que alguien está a punto de cortar de raíz. Por otra parte, el recorrido de las manos de la niña por el cuerpo de la muñeca hace patente que su muñeca tiene “el cuerpo roto” y que su alimento es “barro amargo”, lo cual nos vuelve a poner en situación sólo con dos o tres palabras, que tienen la prerrogativa de decir entre líneas mucho más de lo que parecen decir: “barro amargo” nos transporta a los barrios más pobres de una ciudad o de un pueblo, a calles sin asfaltar en las afueras suburbiales donde se acumula la pobreza. Pero, además, este barro es “amargo” y es el alimento con que la niña nutre a la muñeca.

Esta capacidad de expresión sucinta en su poesía, pero también en la prosa, como ya decía, esta capacidad de concisión, es una de las cualidades que creo que hay que destacar en primer lugar de Cise Cortés. Y no es una cualidad cualquiera.

Esta muestra del primer poema, que abre un libro de 34, es característica no sólo de su estilo, sino también de las temáticas que interesan a la autora, que tiene una profunda conciencia social; su mirada no es introspectiva, es una mirada que se proyecta hacia afuera y descubre los pequeños detalles que observan y denuncian la injusticia y el sufrimiento de la gente humilde, o que observan y denuncian el sufrimiento a secas, pero siempre el sufrimiento de otras personas.
En este sentido es claro que a la voz poética le gusta la descripción: predominan los títulos que lo demuestran: «La novia», «Regina», «Estella», «El cortejo», «Mujer azul», «Plaza», «Ermita», «Pueblo», «Lorca», «Pablo», «Mendigo», «Indigente», «Viejo», entre otros. En el poema «Estella», que la autora escribe con el registro de un cuento infantil o una fábula, leemos:

«Érase una vez / una viejecita en Buenos Aires / que sola deambulaba por las calles. / Su corta figura / achatada por los años / se veía con frecuencia / descansando en las aceras / […]» («Estella»)

O bien este otro poema, «Mujer azul», que la voz poética termina con una contundencia inclemente, para transmitir la dureza del sentimiento de la mujer que protagoniza el poema:

«Te escucho susurrar/con voz deshilachada/evitando despertar/un campo de amapolas./Tu párpado pintado/habla por tu boca/y anuncias tormentas/interiores./Porque todo te delata,/tu pelo enmarañado/tus uñas vagas y escondidas/y ese sentir hondo/y partido/sin fin y sin remedio». («Mujer azul»)

Y aún otra muestra muy zahiriente: este poema tan sobrecogedor, titulado Son de la noche:

«De la noche./Los hijos son de la noche/y del lento amanecer./[…]/Han entrado en la legión/de aquellos que se emancipan/con los bolsillos rotos/en suburbios/donde encuentran/todo lo que buscan./Son de la noche,/y las madres se resisten/y lloran abrazadas en las esquinas/donde miran/el lento amanecer/en el que sus hijos viven». («Son de la noche»)

Al igual que puede afirmarse de su primera novela, Pobreza, yo diría que la poesía de Cise Cortés tiene una gran tendencia al realismo como corriente literaria. En uno de los poemas se manifiesta este realismo de manera extrema, cuando la autora hace desaparecer la voz poética objetivadora y deja hablar directamente al personaje; me refiero al poema titulado Locura, en el que leemos sólo la voz que supuestamente desvaría, haciendo una radiografía de la locura misma:

«¡Vamos! / Vamos deprisa. / ¡No quiero que me toques! / El pájaro se ha ido. / ¡Vamos! / […]» («Locura»)

También la descripción de lugares da a entender esta sensibilidad hacia los escenarios humildes que acogen personas humildes. Cuando describe «El cortejo» nos sentimos directamente trasladados a un lugar abandonado, marginal, austero, excluido y baldío, donde las personas que componen el cortejo fúnebre son espectros que llevan el peso de la dureza de su historia a las espaldas. Leemos:

«Cuando el viento / barre los caminos / y el polvo se adhiere a la piel / como el cemento, / tras los árboles, / aparece el lúgubre cortejo. / Son mujeres oscuras / con pechos desgarrados / y anchas caderas paridoras. […]». («El cortejo»)

Incluso cuando el poema se concentra en la descripción de un lugar, las personas que forman o habían formado parte de aquel paisaje toman un protagonismo indirecto fundiéndose con este paisaje. La voz poética lamenta el abandono del campo, la decadencia del mundo rural:

«Pueblo de luces amarillas. / Todo en ti rezuma / historia de otro tiempo. / Han desaparecido / el pastor y sus ovejas, / de tus montes, el esparto; / de tus campos, / el olivo./ […]». («Pueblo»)

O bien cuando habla de Lorca, el pueblo de Murcia que la autora conoce bien:

«Lorca trémula y agrietada / como si una vejez prematura / hubiera devastado / tus jardines y palomas. / Tus balcones se desploman / al igual que tus iglesias, / pero el hombre te apuntala / con maderas y con rezos ./ […]». («Lorca»)

Los poemas de Cise Cortés cuentan historias duras, historias penosas que nos golpean porque están escritas para golpear al igual que golpearon la autora.

Pero, si bien ésta es la tónica predominante en este breve poemario, los registros poéticos que nos ofrece Cise Cortés no se agotan aquí. La voz poética también da a conocer una vertiente reivindicativa de cualidades humanas o de condiciones que cree necesarias para la vida y entonces lo hace en primera persona:
En el poema titulado «Tesoro» leemos:

«Si encontrase una lámpara maravillosa/[…]/pediría al genio que la/habita/un único deseo./[…]/Sólo pediría un sueño:/despertar en brazos/de la curiosidad». («Tesoro»)

O bien este otro, titulado «Yo no quiero»:

«Yo no quiero divorciarme de la vida,/la fragancia de la rosa/es más intensa/en contacto con su espina./[…]/Quiero el trueno/y el relámpago/para saborear/la calma y el silencio,/y el dolor/y la traición/¡también los quiero!/[…]/porque yo no quiero divorciarme de la vida…» («Yo no quiero»)

Como también practica un registro de carácter más filosófico cuando a su cualidad descriptiva añade la de la reflexión, tal como vemos en el poema Islas, donde observa el absurdo y el anonimato de la vida en la gran ciudad:

«Vivimos en una isla/de hormigón/de la que nadie/puede redimirnos./[…]/todos sabemos/que esta isla está blindada/y nuestros brazos/no resisten/largas travesías./Por eso preferimos/andar descalzos por sus/playas/a pesar de que sangren/nuestros pies/y el sol se oculte triste». («Islas»)

El poemario se puede adquirir en Amazon, en versión electrónica.

Anna Rossell