Conferencias sobre la Literatura Dramática de la Época IsabeLina, William Hazlitt

[Lectures on the Dramatic Literature of the Age of Elizabeth]. Serie de ocho con­ferencias dadas en 1820 en la Surrey Institution por el escritor inglés William Hazlitt (1778-1830) y publicadas aquel mismo año. No se refieren exclusivamente al tea­tro, como hace suponer el título que ha prevalecido a partir de la segunda edición; en la portada de la primera edición se leía: Conferencias principalmente sobre literatu­ra dramática etc. [Lectures chiefly on the Dramatic Literature…]. Por otra parte, Hazlitt no entendió por época isabelina sólo el reinado de la gran reina, sino todo el pe­ríodo comprendido desde la Reforma Pro­testante hasta la muerte de Carlos I, o más precisamente, hasta la clausura del teatro (1642); por eso, las conferencias abrazan no sólo los orígenes del teatro inglés, sino tam­bién los sucesores de Shakespeare.

Las con­ferencias no siguen un estricto orden cro­nológico: en la primera, de carácter intro­ductorio, el autor insiste sobre el elemento nacional que se encuentra en la literatura isabelina, pone de relieve el individualismo, la energía, la naturaleza y el sentimiento humano que en ella predominan, cómo la Reforma le sirvió de fermento, y refuta el aserto de Samuel Johnson, cuando asegura que los isabelinos fueron muy solicitados porque eran pocos y no habrían sido pocos de haber sido muy apreciados por sus con­temporáneos; en la segunda, la tercera y la cuarta, trata de los contemporáneos de Sha­kespeare, de Lyly y Marlowe hasta Ben Jonson, Ford y Massinger; en la quinta, dando un considerable paso atrás, trata de los orígenes del teatro inglés, y hasta del entremés de John Heywood, Los cuatro PP [The four PP], de las comedias anónimas, La aguja de la comadre Gurton [Gammer Gurton’s Needle] y El retorno del Parnaso [The Return from Parnassus], única parte conocida entonces de la trilogía Parnassus, salida más tarde a luz, y de otros dramas de épocas diversas como la comedia, también anónima, El alegre diablo de Edmonton [The Merry Devil of Edmonton], y la tardía re­presentación moral Lengua, de Thomas Tomkis, que es del año 1607; en la sexta se ocupa de la poesía lírica y particularmente de William Drummond of Hawthornden, de Ben Jonson, de Robert Herrick y de Andrew Marvell y de la novela pastoril-caballeresca de Sir Philip Sidney, Arcadia (v.); en la séptima ilustra el arte de Bacon, de Sir Thomas Browne y de Jeremy Taylor; en la última, a modo de conclusión, parango­na el espíritu de la literatura antigua con el de la moderna y el teatro alemán con el teatro isabelino.

La literatura isabelina era para Hazlitt cosa más bien improvisada y las ocho conferencias fueron el fruto de las intensas lecturas llevadas a cabo durante las seis semanas que pasó en la llanura de Salisbury, lecturas que hicieron posible que su mente entrase en contacto con los isabe­linos. Las apreciaciones que hace, son en efecto visiblemente fruto de primeras im­presiones, aunque a pesar de ello no sean menos felices. El único autor isabelino que él conocía profundamente era Shakespeare, al que desde 1817 dedicó los estudios sobre los Personajes de los dramas de Shakes­peare [Characters of Shakespeare’s Plays], compitiendo no sólo con Coleridge, cuyas conferencias ignoró completamente, sino también con August Wilhelm Schlegel. Tan­to como en los estudios shakespearianos, en las conferencias en cuestión Hazlitt no se cuidó de hacer crítica histórica ni filológica, sino que se cuidó, sobre todo, de la obra divulgadora, haciendo conocer los autores isabelinos, ilustrando sus características y poniendo de relieve con amplias citas los trozos más bellos o más significativos. Todo ello no era muy diverso de cuanto Charles Lamb había tratado de hacer diez años an­tes con sus Ejemplos de poetas dramáticos ingleses (v.). Hazlitt también estuvo a me­nudo de acuerdo con los estudios de Lamb. La crítica isabelina estaba por otra parte apenas en sus comienzos y Hazlitt no tuvo otra guía que su propio gusto literario, que se reveló tan seguro y maduro como el de Lamb y a veces hasta más severo.

B. Cellini