Aguja de Navegar Cultos, Francisco de Quevedo y Villegas

Obra de crítica literaria, de Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), la más breve, aun­que no la menos representativa, que se pu­blicó en 1631, formando parte de los Jugue­tes de la niñez y travesuras del ingenio. Astrana Marín fecha su redacción en 1625 y 1629. Se inicia con un soneto que con­tiene una lista de vocablos, índice exce­lente del léxico gongorino, que, como su­giere Dámaso Alonso, debió componerse con los textos de Góngora a la vista, especial­mente el de Las Soledades (v.). Muchos de los términos cultos habían sido empleados con anterioridad al poeta cordobés, pero a él le corresponde la popularidad que reci­bieron. De todos ellos —ya lo advierte Dá­maso Alonso— apenas hay dos que puedan escandalizar al lector moderno, los demás ya han sido domiciliados en nuestra lengua.

El resto de la obra está escrito en prosa y verso, actuando éste como refuerzo de la burla del estilo gongorino, con evidente intención paródica. Más cultismos —y no sólo gongorismos — son puestos en la pico­ta al enumerar los medios expresivos de los poetas cultos, que ordena Quevedo en una platería formada por metáforas a base de joyas, aplicadas a las facciones femeninas. Otro grupo de ellas tiene una base floral, y aun señala los términos procedentes de la nieve y del hielo, y los del lenguaje mari­nero, de los que se nutre el imaginismo de los dichos poetas cuando ponderan los en­cantos de la mujer. Pieza esencial en este duelo literario de signo antigongorino, se ataca en esta obra lo más espectacular de la poética de Góngora, lo que no impidió su triunfo. A Quevedo le sobró pasión, pero no le falto talento. E incluso supo ver con claridad en algún punto característico de aquella época nacional tan impregnada de literatura.

M. García Blanco