Nació el 6 de febrero de 1778 en la isla de Zante y murió el 10 de septiembre de 1827 en Turnram Green, cerca de Londres.
En 1794, ya huérfano de padre, abandonó su tierra natal y marchó a Venecia, que muy pronto debía parecer como su verdadera patria al adolescente. Allí, junto con los entusiasmos y curiosidades iniciales (las tragedias de Alfieri y las lecturas francesas), conoció un fácil éxito amoroso con la bella Isabel Teotochi, la condesa que gustaba rodearse de literatos y a la cual Pindemonte llamó Temira, nombre de la heroína de El templo de Gnido, de Montesquieu; así la nombra también Foscolo en los recuerdos esbozados del Sesto tomo dell’ io. Siguieron a breve distancia los triunfos literarios: el pequeño poema La giustizia e la pietà y la tragedia Tieste (v.).
La facilidad con que el joven poeta asimilaba y expresaba las exigencias más vivas y actuales de libertad desempeñó un importante papel en estos dos éxitos y en el de la oda A Bonaparte libertador (v.), publicada en 1797 a expensas de la ciudad de Bolonia, donde el «alfieriano» y «jacobino» Foscolo se había refugiado en previsión de posibles reacciones de la Inquisición veneciana. Aquel mismo año se hundió la República de San Marcos y el poeta regresó a su capital, donde fue secretario de la municipalidad.
La cesión de Venecia a Austria estipulada por Napoleón en Campo Formio debió de parecerle una negra traición y le indujo a marchar a Milán, donde trabajó en II Monitore Italiano. En Venecia había conocido a Vincenzo Monti y se enamoró de su esposa, la bella Teresa Pichler. Posiblemente para huir de este recuerdo volvió a Bolonia en 1798: allí empezó una obra de notable amplitud, llena de los sueños, melancolías y sentimientos algo morbosos que habían dado éxito a las novelas más famosas de la época, y, al mismo tiempo, invadida por una palpitante pasión respecto a los acontecimientos europeos en los cuales Italia se veía envuelta: últimas cartas de Jacopo Ortis (v.).
Sin embargo, la invasión austro-rusa del norte del país interrumpe la composición de la obra, que de momento es completada a espaldas de su autor y con un espíritu completamente distinto por cierto Angelo Sassoli. Oficial del Ejército cisalpino, Foscolo combatió en Cento; luego fue enviado a Trebbia, Novi y en Génova (durante el sitio), .donde reanudó un tanto su actividad literaria. La desgracia ocurrida a una bella dama le inspiró la primera de sus etéreas y perfectas Odas (v.): A Luigia Pallavicini caduta da cavallo.
Posteriormente siguió al Estado Mayor del general Pino a Toscana. Fue éste el primer encuentro con la tierra que, después de Zante y Venecia, daría forma a su mundo poético, inspirado en un clásico ideal de gracia y belleza; allí también, en la rubia Isabel Roncioni, conoció el amor suspirado y deseado largo tiempo, que llena la refundición — más bien que continuación — de las últimas cartas de Ja- copo Ortis, compuesta de 1801 a 1802 en Milán, adonde le llevara el servicio de las armas.
Allí le aguardaban los borrascosos azares de una violentísima pasión hacia Antonieta Fagnani Arese, que tiene sus documentos inmortales en la segunda de las Odas ya citadas, All’amica risanata, y en un ardiente epistolario. Por aquel entonces escribió también otras obras, entre ellas los ocho Sonetos (v., 1802) y el comentario a La cabellera de Berenice, en el que relucen intenciones satíricas hacia la filología erudita.
En 1804 hubo de marchar al norte de Francia con la división italiana destinada al proyectado desembarco en la Gran Bretaña, y entonces empezó el estudio del inglés y la traducción del Viaje sentimental (v.) de Sterne, cercano a su sensibilidad; además tuvo amores con una jovencita británica, Fanny Emeritt, con cuya hija Floriana se encontraría en los tristes momentos del destierro.
En marzo de 1806 regresó a Milán, donde un intento de crítica contra una decisión gubernamental inspiróle el año siguiente el mayor de sus poemas: De los sepulcros (v.). A principios de 1809 obtuvo la cátedra de elocuencia de la Universidad de Pavía; de la actuación de Foscolo en tal cargo es digno testimonio el discurso inaugural, Del origen y del oficio de la literatura (v.).
Sin embargo, su independencia frente a los poderosos le valió pronto la pérdida del puesto. Nuevas desilusiones — el matrimonio frustrado con Franceschina Giovio, el litigio con Monti y el fracaso de Ayax (v.) — amargaron su regreso a Milán y le llevaron a retirarse a Florencia (agosto de 1812), donde concluyó la traducción del Viaje sentimental de Yorick, publicada en julio de 1813 junto con la Noticia acerca del clérigo Dídimo (v.), y compuso una tercera y también desafortunada tragedia, Ricciarda (v.), y el poema Las Gracias (v.).
En noviembre de 1813 volvió a Milán y allí le sorprendió el hundimiento del régimen napoleónico. Por su ya franca oposición a Bonaparte, fue bien considerado por el nuevo Gobierno austríaco, que le ofreció la dirección de una proyectada revista literaria; pero la aversión a un dominio extranjero que no podía dejar tampoco de oponerse a los ideales de libertad de su formación alfieriana y de toda su obra, resultó más fuerte que las necesidades económicas de Foscolo, de su madre y de su hermana.
A fines de marzo de 1815, poco antes del juramento que como oficial había de prestar al nuevo soberano, marchó a Suiza, donde trabajó en una nueva edición de las últimas cartas de Jacopo Ortis y escribió la amarga sátira Hipercalipsis (v.) y los Discor si inspirados en los últimos acontecimientos y titulados De la servidumbre de Italia (v.).
En septiembre de 1816 dirigióse a Inglaterra, país cuya favorable acogida al arte y la literatura italianos le permitía abrigar mayores esperanzas de afianzamiento y ganancias. En la Gran Bretaña compuso la autobiográfica e incompleta Carta apologética (v.); la garbosa sátira de las Lettere scrite dall’Inghilterra, denominadas comúnmente La gacetilla del mundo elegante (v.); los cuatro Ensayos sobre el Petrarca (v.); el comentario a la Divina Comedia, del que sólo apareció una primera parte con el título Discurso sobre el texto del poema de Dante (v.); el Discurso histórico sobre el texto del «Decamerón» (v.) y los seis Discursos sobre la lengua italiana (v.).
No obstante, la misma abundancia de ocasiones de actividad, colaboraciones y amistades que Foscolo conoció en la Inglaterra de la Regencia, singularmente abierta a la comprensión de la cultura y de los problemas políticos del continente, determinó en nuestro autor una conducta errónea que le indispuso con sus amigos y con las mismas autoridades.
El encuentro con su hija natural, Floriana, ocurrido en 1822, procuró cierto alivio moral a su precaria situación y a las dolencias que determinaron su muerte. E. Bottasso