Vivió durante la primera mitad del siglo V a. de C., y, según se dice, fue discípulo de Confucio; casi nada, empero, sabemos acerca de su vida. Ni tan sólo la forma de su apellido resulta segura: Tso Chiu-ming, y, también, Tso- chiu Ming. Hacia el fin de sus días parece haber quedado ciego y dejado escrito el célebre Tso Chuan (v.), comentario a la escueta Crónica de Lu (y. Ch’un Ch’iu), atribuida al mismo Confucio. Su estela conmemorativa fue admitida en el templo confuciano en 647 a. de C. Se le considera también autor de los Discursos de los reinos (v. Kuo Yü). El estilo animado y policromo, épico incluso a veces, de este espléndido comentario le revela hombre de rara inteligencia y sólidos conocimientos, y merecióle el nombre de «padre de la prosa china» («Wên Chang Chih Tsü»).
Valiéndose de las diversas crónicas locales contemporáneas compuso una obra de notable importancia; se trata, en efecto, del único gran texto histórico de fines del período Chu llegado hasta nosotros, aun cuando incompleto y considerablemente reconstituido en tiempos de los Ha. Sin embargo, en esta obra lo novelesco no se distingue todavía claramente de lo real; como ocurre en otros casos parecidos, más bien que de una historia se trata de un repertorio de fragmentos selectos, con frecuencia resúmenes y reducciones. Tal fórmula, según Maspero, debió de estar muy de moda antes de Ssû-ma Ch’ien, por cuanto casi todos los textos de anales siguen los mismos estilo y método; hasta la época del último autor mencionado, no empieza la historia propiamente dicha.
B. Fedele