Nació en torno a 380 a. C. en una familia noble y rica de Quío y murió hacia 304. Todavía niño, hubo de emigrar con su padre, desterrado como partidario de la oligarquía y de los espartanos. Pocos años después, empero, fue levantada la proscripción, y Teopombo, vuelto a la patria, pudo seguir luego en la Atenas democrática las lecciones de Isócrates. Participó en la vida política de su ciudad al frente del partido oligárquico, y se mostró favorable a Filipo yAlejandro. Sin embargo, cuando éste, conquistada la Jonia, empezó a apoyar por doquier a los gobiernos democráticos. Teopombo, desterrado, le escribió las famosas Cartas de Quío, en las que exponía al rey, con audacia y libertad, los perjuicios y las injusticias que se habían producido durante su ausencia.
En 333 regresó una vez más a la patria gracias al edicto de Alejandro que imponía a todas las ciudades el retorno de los desterrados; no obstante, muerto el soberano, conoció de nuevo la expatriación. Refugiado junto a Tolomeo Sóter, dedicóse únicamente a la composición de sus obras históricas. Teopombo escribió muchísimo; en su producción figura un epítome de Herodoto. Sus textos más importantes, empero, fueron las Historias helénicas, continuación, en doce libros, de la Historia de Grecia de Tucídides, a la cual añadía el período comprendido entre el año 410 y el de la batalla de Gnido (394), ylas Historias filípicas (v.), que, en cincuenta y ocho libros, referían la evolución histórica griega desde la batalla de Mantinea (362), fecha en la cual terminaban las Helénicas (v.) de Jenofonte, hasta la muerte de Filipo (336).
La tendencia moral y retórica, la gran prolijidad del estilo y e ljuicio desfavorable de Polibio han perjudicado la fama de Teopombo, quien poseía, además, dos graves defectos: la vanidad y la maledicencia. Con todo,mucho más que éstos cuentan sus méritos. Nuestro autor no es, como Eforo, un frigio erudito, antes bien un hombre que conoció personalmente a lo sprincipales políticos de su época, participó asimismo en la política, y vivió apasionadamente la historia que narra. Su sentido político aparece ya evidente en el mismo título de la obra: Teopombo consideró a Filipo una personalidad genial y un verdadero creador de historia. Otro de sus méritos fue el análisis psicológico, mediante el cual procuró descubrir los móviles secretos de las acciones; en tal aspecto superó a todos los historiadores anteriores, y revelóse precursor de Tácito.
Ello explica también, hasta cierto punto, su maledicencia: los psicólogos sagaces tienden fácilmente al pesimismo. El estilo de Teopombo, parecido al de Isócrates, revela un vigor y una pasión superiores a los propios de éste. A pesar de sus no leves defectos, la obra de nuestro autor fue muy valiosa, y su pérdida puede considerarse como verdaderamente lamentable.
G. Perrotta