En su Historia del budismo, terminada en 1608, el historiador tibe- tano Tāranātha, inspirándose en la tradición más difundida, afirma que s. era hijo de un rey de Surāşţhra y pasó los años de su juventud entre las comodidades y la suntuosidad de la vida cortesana. Según el mismo autor, cuando estaba ya a punto de subir al trono tuvo un sueño que le descubrió los peligros propios de cuantos viven una existencia de vicios y molicie, y llevóle a experimentar en su interior el afán de la renuncia a un mundo fatuo, por lo cual refugióse en los bosques y se entregó al ascetismo y a la meditación. Sin embargo, la añoranza del mundo abandonado le indujo poco después a reanudar la vida pública. No obstante, puesto que la renunciación anterior negábale cualquier derecho a la aspiración a su propio trono, hubo de aceptar el cargo de ministro en la corte del monarca Pañcamasiṃha.
Las envidias de los colegas y las sospechas del soberano le llevaron, empero, a repudiar por segunda vez y para siempre las falaces lisonjas de la vida cortesana. Sin duda, en la base de tal tradición debe de hallarse cierto fundamento histórico; la falta de referencias de este carácter y la presencia de detalles convencionales en el relato en cuestión no permiten, empero, concretar dónde termina la leyenda y donde empieza la realidad. Parece, no obstante, admisible la suposición según la cual su protagonista habría vivido hacia la segunda mitad del siglo VII. Dejó tres obras: Bōdhicaryāvatāra (v.), Śikşāsa mucchaya y Sūtrasamucchaya. Su estilo extremadamente conciso no se detiene en los refinamientos del arte retórico, y muestra que el poeta, constantemente preocupado por la sinceridad, cuidó mucho más la esencia que la forma.
O. Borro