Doctor de la Iglesia. Nació en Arianzo de Capadocia hacia 330, murió en la misma localidad probablemente en 389 ó 390. Hijo del obispo de Nacianzo, estudió en Cesarea de Capadocia, y luego en Cesarea de Palestina, en Alejandría y en Atenas, donde conoció a Juliano el Apóstata y trabó estrecha amistad con Basilio el Grande. Bautizado (358- 359), vivió con éste en el Ponto; ordenado de sacerdote por su padre unos años después, fue más tarde consagrado obispo de Sasima por Basilio, entonces (370) obispo de Cesarea.
Inclinado por temperamento a la soledad y a la meditación filosófica nunca se introdujo en el ambiente cerril y revuelto de las luchas personales y de los conflictos religiosos. Permaneció en Nacianzo, donde, muerto el padre (374), desempeñó la administración de la diócesis. Se encontraba en Seleucia de Isauria, en el año 379, cuando le llegó la noticia de la muerte de Basilio y del emperador arriano Valente, con la subsiguiente designación de Teodosio: se le llamaba a Constantinopla por el grupo ortodoxo. En esta ciudad — a la que se decidió a ir después de muchas vacilaciones — hubo de enfrentarse no sólo a la mayoría arriana, a la que debía quitar las iglesias, sino a la ambición desenfrenada de los mismos ortodoxos; un asceta, Máximo, llamado «el Cínico», intentó apoderarse de aquel episcopado con la protección de Pedro de Alejandría. Pero en noviembre de 380, G. era aclamado obispo y el Concilio de Constantinopla de 381 le daba el reconocimiento oficial.
Con todo, en el curso de las sesiones siguientes, G. vio impugnado aquel derecho por los obispos de Egipto y de Macedonia, alegando el canon que prohibía el traslado de los obispos a otras sedes. Sostenían éstos que, en Antioquía, el sucesor de Melecio, muerto hacía poco, debía ser Paulino, frente a otro candidato, Flaviano: disputa que a lo largo hizo difíciles las relaciones entre los asiáticos por un lado y los occidentales y los egipcios por otro. G., reacio a honores y ambiciones, se retiró a Nacianzo y a partir del 383 vivió en su tierra de Arianzo. A estos últimos años corresponde el grupo más importante de sus escritos, poéticos especialmente. Aun siendo las más de las veces de carácter didáctico (teológico o moral) estos Poemas (v.), en especial cuando rozan elementos personales de la experiencia de G., poseen acentos eficaces y calor de expresión.
Cualidades éstas que se encuentran en casi toda su producción en prosa, constituida por cuarenta y cinco Discursos (v.), entre los cuales figura la bellísima oración fúnebre por Basilio, y 245 Epístolas (v.), notables todas por la solemnidad y la eficacia del propósito oratorio, aunque menos por el contenido de pensamiento, poco original y no siempre agudo. En los sermones y en las cartas de tema teológico G., aunque haya sido apodado «el teólogo», no posee gran originalidad; es un buen expositor de la doctrina trinitaria, en la que aclara la plena consustancialidad del Espíritu Santo, distinguiendo las tres personas: «creador» (Dios Padre), «engendrado» (el Verbo), «procedente» (el Espíritu Santo); combatió, además, a Apolinar de Laodicea (v.). En la exégesis propende algo al alegorismo de los alejandrinos.
G. Giarrizzo