San Epifanio de Constancia

Nació en Besanduc (Palestina), cerca de Eleuterópo- lis, del 310 al 315 y murió en 403. Posiblemente hijo de una familia judía, apenas convertido al cristianismo sintióse atraído por la vida de los anacoretas egipcios y quiso participar en ella.

Sin embargo, volvió muy pronto a su país y estableció en las cercanías de Eleu- terópolis un cenobio donde permaneció por espacio de unos treinta años. Poseedor, se­gún San Jerónimo, de cinco idiomas (hecopto, siríaco, griego y, aun cuando latín), dedicóse al estudio de la Escritura y de los Padres y llegó a ser uno de los mayores eruditos de su época en ciencias sacras. A los años pasados en el citado monasterio pertenecen probablemente De mensuris et ponderibus, especie de en­ciclopedia bíblica conservada parcialmente en griego y siríaco, y De duodecim gemmis (explicación alegórica de las piedras precio­sas que adornaban el pectoral del pontífice hebreo), llegada hasta nosotros en fragmen­tos griegos, coptos y etiópicos, una gran parte de ella en latín y armenio y com­pleta en georgiano.

Su elevación a la sede episcopal de Constancia (367), metrópoli de la isla de Chipre, llevóle por desgracia y enteramente a la lucha dogmática, para la cual de nada le servían su talento en absoluto especulativo ni sus hábitos de vida contemplativa. Su rigor ascético, unido al celo por la ortodoxia, llevóle con demasia­da frecuencia a actitudes de un extremismo incauto: así ocurrió, por ejemplo, cuando propugnó las teorías inconoclastas y persiguió duramente el origenismo, y en su ne­gación de todo derecho de ciudadanía en la Iglesia a la cultura griega e incluso a la especulación teológica y a la crítica histó­rica.

A tal período pertenecen probable­mente El anclado (v.), compendio de teolo­gía dogmática, y Panarion (v.), o «botiquín», obra apologética dirigida contra ochenta he­rejías, que comprenden las escuelas filosó­ficas paganas y las sectas judías; de ella existe un compendio o Recapitulación, cuya autenticidad se discute.

De Epifanio poseemos además algunos fragmentos de cartas. Como es natural, unió a sus textos, prolijos y con­fusos, la palabra y la acción. Fue incluso a Roma para tomar parte en un sínodo convo­cado por el papa San Dámaso y allí consi­gue la amistad de San Jerónimo. Tras una dura batalla contra Orígenes (394), participó en el conciliábulo de la Encina (400) y se opuso a San Juan Crisòstomo; finalmente, advertidas las maquinaciones de Teófilo, le abandonó. Murió durante el viaje de regreso.

A. Pincherie