Poeta francés. Nació en el castillo de Bissy-sur-Fley (Saone-et- Loire) en 1521 y murió en el castillo de Bragny- sur-Saone el 23 de septiembre de 1605. Perteneciente a una rica familia borgoña, hijo de un teniente general en la bailía de Macón, fue destinado a la Iglesia y muy joven aún comenzó a escribir poemas; en 1549 publicó en forma anónima su primera colección, Errores amorosos (v.), que fue aumentada con muchos libros hasta 1555 y en el que se afirmaba como discípulo de Maurice Scéve y de la escuela lionesa. En 1551, en Chant en faveur de quelques excellens poetes de ce tems, rinde homenaje a Marot, a Mellin de Saint-Gelais, a Ronsard, a Du Bellay; y Ronsard lo incorporará a su Pléyade. Influenciado por los humanistas, filósofo tanto como poeta, tomó de la escuela de Ronsard el gusto por la naturaleza y la sencillez y hacia 1555 compuso sus Douze fables de fleuves ou fontaines, en las que se encuentra a sus anchas entre voluptuosas alegorías sacadas de Homero, Ovidio y Pausanias.
Del mismo año es el Livre des vers lyriques. En aquella época, en su castillo borgoñón de Bissy, que había heredado de su madre, Pontus de Tyard llevaba una vida de gran señor erudito, pero volvió a la poesía en 1573, bajo el influjo de una «docta y virtuosa señorita», devota de Petrarca, la maríscala De Retz, al publicar la colección de sus Oeuvres poétiques. Con todo, nuestro autor consagró la última parte de su vida a la religión y a la filosofía. Había ocupado varios puestos eclesiásticos y en 1578 fue nombrado obispo de Chalón, cargo que desempeñó personal y seriamente. Después de haber representado al clero borgoñón en los Estados Generales, fue autorizado para ceder su obispado a un sobrino, y desde entonces vivió retirado. Antes de ser obispo, Pontus de Tyard estuvo enamorado de Louise Labé y se convirtió en el poeta del amor ideal, de la bella, insensible y mítica Pasitea, el poeta platónico que reanudó con fervor la dialéctica del Banquete (v.), de la belleza física y la belleza moral. Pero los procedimientos de Pontus de Tyard son a menudo artificiales y su lenguaje resulta embrollado, sobrecargado de metáforas y antítesis.
El prosista es muy superior al versificador, tanto si aborda graves cuestiones científicas, como si trata de música o de la inspiración poética, en la que, como buen discípulo de Platón y de Ronsard, descubre una especie de «furor» divino, de arrobamiento espiritual. Este humanista es, en efecto, un cristiano sincero, casi un místico, y en realidad el teórico de una poesía secreta, esotérica, fuente de un conocimiento más alto aún que la filosofía e incluso que la teología.