Philippe de Commynes

Nació en Flandes hacia 1445 y murió en 1511 en Argenton. Hijo de una rica familia burguesa, culto y po­seedor de una inteligencia serena y pro­funda, todavía muy joven fue encargado de delicadas misiones diplomáticas por la corte de Borgoña.

Sin embargo, en torno a 1471 resolvió ponerse al servicio de Luis XI, a quien había conocido como adversario y cu­yas cualidades supo apreciar. A los treinta años era ya su mejor consejero; el monarca le confirió el título de príncipe, colmándole de riquezas y honores, y confióle arduos encargos diplomáticos en Inglaterra e Italia.

En este último país, y sobre todo en las cortes de Milán y Florencia, afinaría su cul­tura y sensibilidad. No obstante, una vez muerto Luis XI, pronto se vio obligado a devolver los favores recibidos en perjuicio de otros nobles, a quienes entonces prote­gía Carlos VIII. Envuelto en una conjura­ción contra el nuevo soberano, pasó ocho meses precisamente en la prisión que con Luis XI preparara para los delincuentes po­líticos.

Fue éste un tiempo de meditación sobre la inconstancia de la suerte; y en­tonces, hombre reflexivo y no fatuo, pudo , vislumbrar a Dios como «presencia» deter­minante, fuerza ignota de toda fortuna y fatalidad injustificable y misteriosa de cual­quier desventura; ante su propio sino, fue descubriendo los motivos de la debilidad humana.

Escribió en aquella época sus Me­morias (v.), en las que analizó las causas de los hechos y llegó, de esta suerte, a pro­fundas reflexiones filosóficas y morales que permiten percibir en sus páginas, llenas de un asombro metafísico, la voz desolada pero firme de un «sentimiento de lo humano» doloroso, extraño y nunca ajeno a una amarga conciencia de lo divino, temerosa e inquieta: «…et Notre Seigneur tout en un coup fait choir si grand et somptueux édi­fice, cette puissante maison… ai vu cette maison tout en un coup choir en dessus dessous, et la plus désolée et défaite… Et tel­les et semblables oeuvres a fait Notre Sei­gneur, maint an avant que fussions nés, et fera encore après que nous serons morts…».

Por cierto tiempo reanudó su actividad di­plomática, pero en 1500 abandona definiti­vamente la escena política. Ya la fortuna iba volviéndole por completo la espalda. Aco­sado por los viejos nobles a quienes arrui­nara, pasó los últimos años de su vida lu­chando vanamente contra ellos, aunque sin doblegarse ni resignarse a los inexplicables caprichos de su veleidosa fortuna.

G. Veronesi