Paul-Jean Toulet

Nació en Pau en 1867 y murió en Guétary (Gascuña) en 1920. Aún adolescente, establecióse con su familia en la isla Mauricio; en ella recibió profundas impresiones de un paisaje sensualmente policromo, que, junto a los recuerdos del país natal (sentidos especialmente en la cru­da limpidez de los contornos y las luces), permanecieron siempre en el fondo de su visión poética. Vuelto a la patria en 1889 y heredero de un modesto patrimonio, vivió durante nueve años en la provincia, entre­gado a pacientes ejercicios de escritor y, al mismo tiempo, a los placeres de un ele­gante libertinaje.

En 1898 marchó a París, dispuesto a imponerse en los medios, y allí escribió y publicó la singular novelita sa­tírico-fantástica que es, posiblemente, su mejor obra en prosa: El señor Du Paur, hombre público (1898, v.). Luego persistió en esta trayectoria mediante novelas, na­rraciones e impresiones poéticas de la exis­tencia mundana, como Le mariage de Don Quichotte (1901), Tendres ménages (1904) y Mi amiga Nana (1905, v.). En tales textos aparece el más delicado y seguro intérprete del libertinaje refinado y «spirituel» que fue una de las notas características de la cul­tura parisiense anterior a la primera Guerra Mundial.

Relacionóse, por ende, con Jean de Tinan, Lorrain, Pierre Louys y el joven Léautaud; sin embargo, a diferencia de ellos mostró en sus páginas una audacia simbolista en la expresión y una tendencia a los modos poéticos denominados luego «surrealistas» que le han convertido en pre­cursor de todo un estilo que posteriormente habría de imponerse en el curso de la pos­guerra, con las prosas de Cocteau, Giraudoux y, en un plano más fácil, Paul Morand. Mientras tanto, cultivó también la poesía, en la cual infundió las mismas notas de un vivo gusto epigramático ingenioso y pin­toresco, mezclado con cierto sentimiento nostálgico de la belleza, pero con un rigor formal que por sí solo le valió el título de maestro.

Tal estilo, exquisitamente per­sonal, confluyó con las tendencias análogas de algunos poetas meridionales, como Francis Careo, Jean-Marc Bemard y Jean Pol­lerín (a los cuales cabe añadir Franc- Nohain y Georges Fourest), denominados «fantasistas» y que, efectivamente, en la inmediata posguerra exaltaron a Toulet y le proclamaron jefe suyo. Éste, mientras tanto, minada su salud por los refinados excesos, a los cuales añadíase entonces el empleo de estupefacientes, se había retirado al cam­po y se limitaba a publicar de vez en cuando alguna poesía nueva.

El volumen que abarca toda su producción poética, Contrarrimas (v.), apareció póstumo en 1921, y es una de las obras clásicas de la poesía francesa del siglo actual. Originales y muy agrada­bles resultan asimismo los textos aforísticos reunidos bajo el título de L’Almanach des trois impostures (1922). Cabe mencionar, también, Journal de voyages (1934 y, con adiciones, 1955).

M. Bonfantini