Nació en Italia, si no en Roma, vivió en la primera mitad del siglo III. Ordenado sacerdote por el papa Fabiano, por su cultura, elocuencia y austeridad alcanzó muy pronto en el seno de la comunidad romana una posición tal que le hizo ambicionar la sucesión en el obispado de Roma cuando murió San Fabián, una de las primeras víctimas de la persecución de Decio. Pero contra todo lo que se esperaba, fue elegido Cornelio; entonces Novaciano, apoyado por una fracción de la comunidad romana, declaró ilegítima la elección de Cornelio, y se hizo consagrar obispo de Roma, dando origen así a un nuevo cisma.
Los seguidores de Novaciano fueron llamados «novacianos» (ellos, sin embargo, se dieron el nombre de «puros», por su concepción rigorista de la vida eclesiástica). Aunque fueron condenados por un concilio reunido en Roma en noviembre del mismo año, su movimiento se difundió rápidamente por Roma, Constantinopla, Alejandría y Antioquía, resistiendo durante cerca de cuatro siglos en Asia Menor, Egipto y Grecia. Novaciano fue el primer cristiano romano que escribió exclusivamente en latín. De su vasta producción, a la cual alude San Jerónimo, se han salvado Las comidas judaicas (v.) y De la Trinidad (v.), su obra principal.
Seguramente son suyas las dos cartas enviadas por la comunidad romana a San Cipriano en ocasión de la antedicha controversia con los disidentes cartagineses sobre los «lapsos» (v. Los apóstatas), con los que Novaciano se mostró muy severo. Continúa siendo incierta la atribución de las dos obras De spectaculis y De bono pudicitiae, que algunos eruditos consideran también de Cipriano (v. Apócrifos ciprianeos). Según Sócrates de Constantinopla, Novaciano habría sufrido martirio en Asia Menor durante la persecución de Valeriano, en 258.