Maestro medieval de la segunda mitad del siglo XII, cuyos escasísimos rasgos biográficos — que se remontan, puede decirse, a las recientes reconstrucciones de Grabmann — van encaminados a distinguirlo de un homónimo, posterior a él en unos quince años solamente, y autor de una Crónica. Hasta hace medio siglo, la obra más notable de Nicolás — Del arte o de los artículos de la fe católica (v.) — era indebidamente atribuida, en homenaje a la tradición, al famosísimo y fecundísimo contemporáneo suyo Alain de Lille (v.), a pesar de las considerables diferencias de estilo y de procedimiento con las restantes obras del «Doctor Universalis».
Como con toda seguridad Nicolás era discípulo de Gilberto Porretano, se tiende también a atribuirle la Defensio orthodoxae fidei Gilberti Porretae, etc., añadiendo así al retrato intelectual obtenido de su obra más importante — una lógica desesperante, que deduce los dogmas de la fe mediante el raciocinio con un rigor completamente matemático, servida por un estilo lacónico —, el moral de una devota fidelidad de discípulo hacia el grande y combatido maestro. Se refieren a él probablemente, en fin, dos cartas del papa Alejandro III: una dirigida, en 1169, al arzobispo de Reims para que le diera posesión de la prebenda de Reims; la segunda, de 1161, dirigida personalmente al mismo Nicolás.
C. Falconi