Teórico y preceptista de la técnica artística acerca de cuya personalidad histórica han surgido varias y divergentes hipótesis. Su nombre parece ser un seudónimo;circunstancias asimismo equívocas se dan en otros datos referentes al autor en cuestión. La suposición basada en la nota contenida en el códice vienés (n. 2.527) de la Cedulilla de las diversas artes (v.) y según la cual Teófilo debió de vivir entre los siglos XII y XIII y puede ser identificado con el artista a quien se deben dos altares portátiles de Paderborn y otras obras donde aparecen aplicadas las técnicas de la Cedulilla, quedó refutada en 1928 por Degering, el cual demostró que el códice de Viena pertenece al siglo X.
De acuerdo con la nueva hipótesis, Teófilo podría ser un monje griego establecido en el territorio germánico, después de una larga peregrinación por Europa, en la época de Bruno de Colonia, fundador del monasterio de San Pantaleón (947) de esta ciudad, centro de arte y de relaciones con Oriente. El examen de la Cedulilla ofrece algunas otras referencias biográficas, siquiera muy vagas, por las cuales cabe considerar al autor hombre piadoso,conocedor de diversas técnicas artísticas y perito excepcional en metalurgia. A causa de ello, algunos críticos le juzgan uno de aquellos religiosos experimentados en el conocimiento de varias artes de los cuales son ejemplos Egbert, en Tréveris; Tutilo, en San Gall, y Bernward, en Hildesheim.
A su época pertenecen insignes obras de la técnica de los metales, como las puertas de bronce de Maguncia, construidas en tiempos del arzobispo Willigis (975-1011);poco después de su muerte se llevaron a cabo las grandes realizaciones de Hildesheim, del mismo material. Teófilo, que vivió en un momento de actividad intensa en el campo de todas las artes, podría haber sido muy bien su docto y generoso divulgador. Atestiguan la amplitud de sus conocimientos las diversas referencias a los materiales y a la producción de los distintos países;Francia en cuanto al pergamino y al mosaico, España para el bronce y el cardenillo, y Alemania respecto del ámbar.
En la introducción al segundo libro el autor narra su estancia en Santa Sofía de Constantinopla, donde dice haber asistido ocultamente a los trabajos en mosaico que se realizaban en el atrio; tal afirmación no resulta en absoluto inverosímil si se tiene en cuenta que precisamente a fines del siglo IX era colocado en la bóveda del templo el Cristo-Sabiduría, y se piensa, además, en las fáciles relaciones entre Oriente y Occidente en la época de los Otones. La curiosa expresión «haber robado e lconocimiento de los mosaicos con los ojos para guardarlo en el corazón» hace pensar más bien en la fugaz visita de un peregrino que en la prolongada permanecía de un artista.
Teófilo, posiblemente, debió de viajar por Oriente,como lo hizo por otros países de Europa, de cuyos productos habla como quien los conoce «de visu»; refiere, por ejemplo, la habilidad de Grecia en el arte de los colores y en sus mezclas; el mérito de los toscanos en los esmaltes y elniel; los descubrimientos realizados por los árabes en la maleabilidad, la fusión y el cincelado; la fama de Lombardía en la decoración de los vasos o en la ornamentación mediante el oro, la plata, las piedras preciosas y e lmarfil; el exquisito genio de Francia en las vidrieras artísticas, etc.
Los estudios modernos sobre las artes decorativas medievales han demostrado la veracidad de las enseñanzas de Teófilo, singularmente importantes respecto dela época otoniana, y la trascendencia de la Cedulilla en la historia de la técnica y de la artesanía. A la ciencia del arte añadió este misterioso autor el mérito de una generosidad y una modestia ejemplares, de suerte que nos ofrece un inmejorable testimonio de la espiritualidad que informaba el trabajo artístico durante la Edad Media.
E.Tea