Nació en Murçai, cerca de Poitiers, en 1673 y murió en París el 15 de abril de 1729. Peteneciente a una familia calvinista, a los siete años fue confiada a su tía, Mme. De Maintenon, que la llevó a la corte para convertirla al catolicismo.
Como ella misma refiere, apenas hubo asistido a la misa del rey, consintió en la abjuración con tal de poder hallarse presente cada día de este acto y no ser castigada. A los trece años se la desposó con un oficial de ilustre linaje, pero de fortuna modesta y costumbres poco virtuosas: Jean-Anne de Tubières, conde de Caylus.
Tras algún tiempo, éste, por su conducta escandalosa, fue alejado de la corte y, enviado a la frontera de Flandes permaneció allí hasta su muerte ocurrida en 1704. Su esposa, que se había quedado en palacio, llevaba una existencia brillante y provocaba la admiración por su espíritu vivaz y su espléndida belleza.
Racine compuso para ella el prólogo de Ester (v.), donde hacía hablar por su boca a la Piedad; la cortesana interpretó asimismo otros personajes de la tragedia con naturalidad y sentimiento notables. En 1692 cayó en desgracia, posiblemente a causa de su relación con el duque de Villeroy, o quizá por su espíritu irónico y mordaz, que llegó a cansar a Luis XIV.
Y así, marchó «al destierro» a París, donde recibió en su tertulia a muchos amigos e intelectuales. Permaneció, sin embargo, vinculada a Mme. de Maintenon, a la cual escribía animadas cartas; debido a ello, en 1707 logró volver a la corte, «bella como un ángel», y pronto recobró la amistad del anciano rey, quien no dejó ya de apreciarla hasta su muerte (1715). Entonces C. regresó definitivamente a París y vivió siempre en su casita de los jardines del Luxemburgo.
Probablemente, en el curso de estos últimos años escribió y reunió las anécdotas y narraciones vinculadas a su vida cortesana, o sea los Recuerdos (v.), publicados en 1770 por Voltaire en Holanda, reimpresos con frecuencia y todavía hoy leídos con interés.
P. Raimondi