Marco Porcio Catón

Nació en 234 a. de C. en el seno de una familia de acomodados campesinos de Túsculo y Murió en 149. Tomó parte en la segunda guerra púnica y en 204 era cuestor en Sicilia; durante el viaje de regreso tocó en Cerdeña y, al encontrarse allí con Ennio, llevóle consigo a Roma.

En 198 vuelve a esta última isla en calidad de pretor y actúa en ella con su proverbial severidad. En 195 fue cónsul y luego mar­chó a administrar la provincia de Hispania. En 191 asistió a la batalla de las Termopilas contra Antíoco III de Siria.

Por aquel enton­ces, Roma, ocupada en la conquista del Me­diterráneo, se hallaba por completo vuelta hacia el Oriente y Grecia, y la aristocracia senatorial que dirigía la política extranjera iba transformándose en una oligarquía cada vez más restringida.

Incluso la actitud per­sonal de algunos hombres, como Escipión el Africano, hacía temer intentos encami­nados al establecimiento de una monarquía de tipo helenístico. C. lucha contra esta orientación de la política exterior, que enri­quecía a los generales y esquilmaba a Ita­lia, enfrentándose igualmente con la corrup­ción de los nobles y con la cultura helenizante, y pide, mucho antes que los Gracos, mayor interés por la suerte de la agricul­tura y las relaciones con el interior de la península.

Durante varios años acusó e hizo procesar a muchos proceres destacados por sus simpatías hacia los Escipiones o Grecia, sus dispendios o su excesivo poder. Final­mente, atacó de una manera directa a la citada familia: Escipión el Africano prefi­rió acabar sus días en el destierro.

En 184 a. de C. es censor: revisa las listas de los senadores y caballeros, excluye del Senado a siete patricios, fustiga al lujo e invierte grandes sumas en obras públicas. Durante años sucesivos siguió oponiéndose a la polí­tica de expansión por Oriente y a la difu­sión de la cultura helenística en Roma; y así, defiende la concesión de la indepen­dencia a Macedonia, se manifiesta adver­sario de la guerra contra Rodas, y en 155 demuestra su hostilidad a la famosa emba­jada de los filósofos griegos (Carneades, Diógenes, Critolao) llegada a Roma en mi­sión diplomática.

Tras un viaje al África, no cesó ya de pedir incansablemente la des­trucción de Cartago. En 151 vio con placer la marcha de los mil aqueos, entre los cua­les figuraba Polibio, entregados como rehe­nes en 168. C. pudo conocer todavía el prin­cipio de la última guerra contra los carta­gineses, pero falleció poco después.

De los numerosos Discursos (v.) que pronunció du­rante su larga actuación, poseemos sólo al­gunos fragmentos. Se conserva, en cambio, la Agricultura (v.), escrita hacia el 160, de gran interés para el conocimiento de las condiciones del campo en el siglo II a. de C. En estado fragmentario también han lle­gado hasta nosotros los Orígenes (v.), la primera gran obra histórica en lengua la­tina, y los Libros a mi hijo Marco (v.). A pesar de su evidente aversión a la cultura helénica, resulta innegable la huella de los escritores griegos en la formación del saber enciclopédico de C.

F. Codino