Nació en el Alto Egipto hacia 300 y murió en Sketis en torno a 390. Fue uno de los representantes más significativos del monaquismo egipcio del s. IV. Desde su primera juventud, cuando era pastor y, luego, camellero, sintióse atraído por el ideal de la vida ascética. Hacia los treinta años (aproximadamente en 330) retiróse al desierto, y, ordenado sacerdote (poco más o menos en 340), llegó a ser muy pronto uno de los principales anacoretas de Sketis, donde esuvo al frente de una próspera comunidad — salvo en el curso de un breve destierro a una isla del Nilo, en tiempos de Valente — hasta el fin de sus días. A la fama de gran maestro de la vida espiritual, que alcanzara durante su existencia y persistió luego de su fallecimiento, añadióse posteriormente la de escritor.
Aunque no hablen de ello Paladio ni Rufino, se le atribuyó un patrimonio literario cada vez más amplio: Apotegmas, ocho cartas en siríaco (una de ellas también en latín) y varias colecciones de Homilías. De éstas, una formada por cincuenta «homilías espirituales» y otra que comprende siete han resultado, luego de una crítica interna unida al examen de la tradición, obras, no de Macario, sino procedentes de los «círculos mesalianos» de Mesopotamia, escritas quizás por cierto Simeón recordado como fundador de la secta, y permiten reconstituir el libro de estos grupos Asceticon, condenado por el Concilio de Éfeso (431); tampoco la carta en siríaco y latín Ad filios Dei, que se le atribuía de acuerdo con el testimonio de Genadio (De viris illustribus, 10), es reconocida actualmente como suya.
G. C. Martini