Ludwig Uhland

Nació el 26 de abril de 1787 en Tubinga (Württemberg), donde murió el 13 de noviembre de 1862. Fue, al mismo tiempo, filólogo y poeta. Dirigió la «escue­la suaba», tendencia poética cuyos adeptos — Kerner, Schwab, Hölderlin — estuvieron unidos por una pasión común por el país natal y sus cantos populares. Dentro de la Filología inició el paso del romanticismo a la germanística. En Tubinga, mientras es­tudiaba Leyes contra su voluntad, empezó sus investigaciones sobre Los Nibelungos (v.) y Gualterio de Aquitania (Waltharilied). Llegado luego a París, se dedicó por espa­cio de dos años al estudio de la épica me­dieval francesa, y en particular al de la Chanson de Roland, y abrió asimismo en tal campo nuevas perspectivas a la investi­gación. Muy pronto su doctrina fecundó su tendencia poética.

Nacieron, así, las famo­sas Baladas (v.) «Taillefer», «Bertrand de Born», «Rolando muchacho», «Rolando su­doroso»; en el género popular medieval, al que había acudido a través de Voces de los pueblos [Stimmen der Vólker], de Herder, y de El cuerno maravilloso del niño (v.), de Brentano y Von Arnim, inspiraba, en cambio, canciones como «El buen camara­da». «La hijita de la mesonera» y «Sere­nata», que en Alemania se convirtieron en verdaderos cantos populares, de suerte que aún hoy el pueblo sigue cantándolas, y algunas de ellas fueron puestas en música por distintos compositores: «Fe en la pri­mavera» por Schubert y Mendelsshon, «La capilla» por Schumann y «Serenata» por Braga. Las Poesías (v.) de Uhland fueron publi­cadas en 1806 y, con adiciones, en 1815, 1816 y 1817. En este último año, y el siguiente, el autor intentó el teatro con los dramas Er­nesto de Suabia (v. El duque Ernesto), obra definida «el drama de la amistad», y Luis el Bávaro [Ludwig der Bayer].

En estas producciones el interés lírico e incluso épi­co de los detalles no consigue ocultar la carencia absoluta de Vigor dramático: en ellas lo trágico se torna patético, y lo cómi­co humorismo dialéctico. La Filología, y sobre todo la germanística, ocuparon un lugar privilegiado en la existencia de Uhland. En 1822 empezó a publicar la biografía de Walther von der Vogelweide, el «Minnesánger» más ilustre de la Edad Media alemana; se trata de la primera obra del género biográfico acerca de un poeta medieval relacionada con la historia y el am­biente de su época. Los años del período 1839-1848 lo fueron de tranquilas investiga­ciones; durante ellos mantuvo amistosos contactos con los hermanos Grimm, grandes germanistas. En 1848, empero, había de re­velar Uhland un tercer aspecto de su personalidad, importantísimo: el político.

Al con­trario de lo que ocurría con la mayor parte de los románticos, quienes se negaban a abandonar lo que Brentano definió «el tem­plo del propio Yo fragante de incienso» y odiaban el «ruido de la calle y la confusión de la batalla», nuestro autor fue un hombre político y luchador. Estallada en Francia la revolución (febrero de 1848), y difun­dido su espíritu por Alemania, el 2 de mar­zo del mismo año, en un vehemente discurso, Uhland afirmó que la «causa de todos los males era la inhibición del pueblo en cuanto a la determinación de sus destinos», e invocó luego el sufragio popular, la libertad de prensa y la independencia comunal. Cons­tituido el Parlamento de Francfort, fue ele­gido diputado del mismo como representante de Württemberg por una aplastante mayoría de votos. Madurada mientras tanto la fusión de los Estados alemanes en un imperio germánico, del cual Württemberg debía formar también parte, Uhland manifestó resueltamente su oposición al proyecto: no admitía el predominio de Prusia sobre su país, ni tampoco la exclusión de Austria de la coalición alemana. En enero de 1849 pro­nunció en el Parlamento de Francfort un memorable discurso, en el cual dijo que el jefe del Reich había de ser nombrado me­diante unas elecciones populares libres y se opuso al imperio hereditario; terminó la ora­ción con las famosas palabras: «En adelante, nadie podrá imponerse ni brillar sobre Ale­mania si no ha sido consagrado con una buena unción de óleo democrático.»

En la votación del 22 de marzo para la elevación del rey de Prusia a emperador, el poeta se negó a votar; y cuando Alexander von Humboldt (v.) le anunció la concesión de la orden «Pour le mérite», fundada por Fe­derico II, rechazó el alto honor. Por aquel entonces U. escribió importantes composi­ciones líricas, y se afianzó como poeta civil. Durante los últimos veinticinco años de su existencia vivió aislado y entregado por completo a sus estudios filológicos, y com­puso Investigaciones en tomo a las sagas [Sagenforschungen], El mito de Thor [My­thus von Thor] y Canciones populares de la Alta y la Baja Alemanias [Alten hochund niederdeutsche Volkslieder], obras apa­recidas en gran parte después de la muerte de su autor. Gran mérito de éste fue tam­bién la publicación, iniciada en 1826 con Schwab, de la primera edición de las poe­sías de Hölderlin, enloquecido y olvidado hacía ya muchos años.

B. Allason