Leopoldo Díaz

Poeta argentino nació en Chivilcoy en 1862, murió en 1947. Abogado y diplomático, pasó buena parte de su vida en el extranjero: Francia, Suiza, Noruega, España. Fundó el diario La Palabra.

Ena­morado del parnasianismo, experimentó también la influencia de los simbolistas franceses y su gusto francés se reflejó no sólo en la orientación y el tono de su lírica, sino también en su lenguaje, cón las naturales consecuencias.

Pese a todo, fue uno de los primeros modernistas de Amé­rica y vio sus Bajo-relieves (1895) elogia­dos por Rubén Darío. Su principal modelo fue José María de Heredia, el poeta cu­bano-francés.

En el culto al «estetismo», llega este lírico argentino muy lejos, aun­que casi siempre en perjuicio de la emo­ción; sin embargo, muchos de los que lo llaman «poeta frío» se olvidan de la carac­terística «frialdad» de la mayor parte de los cultivadores de las llamadas «corrientes modernísimas». Escribió también versos en len­gua francesa.

Indudablemente, es un maes­tro del soneto castellano, como puede apre­ciarse en su libro de Sonetos (1888) y en otras composiciones de esta forma métrica posteriores, algunas de ellas recogidas en la Antología que editó en 1945, como home­naje al «decano de los poetas argentinos», la Academia Argentina de Letras.

Otros li­bros suyos son: Las sombras de Helias (1902), Atlántida conquistada (1906), Las ánforas y las urnas (1923) y El sueño de una noche de invierno (1928). Díaz es un or­febre lírico cuya brillantez disimula mu­chos fallos emotivos y de lenguaje.

J. Sapiña