Nació en Pazardzik en 1856 y murió en Grenoble en 1907. Cursó la segunda enseñanza en el liceo francés de Constantinopla, donde empezó a experimentar el amor a Francia que le llevaría en 1871 a París para seguir los estudios de Jurisprudencia, que, sin embargo, no terminó. En 1874 regresó a su país natal en calidad de maestro; participó en la agitación revolucionaria de 1876, pero fue detenido en Plovdiv (Filipópolis) y procesado en Odrin (Adrianópolis). Pronto, empero, consiguió la libertad, y pasó primeramente a Constantinopla, y luego a Austria. Tras la independencia de Bulgaria (1878), volvió a la patria, donde, la causa de su intensa actividad política, fue nombrado director general de Instrucción Pública en Rumelia. Sin embargo, la nueva agitación de 1886 le desilusionó e indujo a abandonar definitivamente el país.
Marchó entonces a Italia; su permanencia en ella, que duró de 1886 a 1889, constituyó el acontecimiento más importante de los relacionados con su producción literaria. Establecióse en Florencia para seguir un curso de pintura en la Academia de Bellas Artes local, y pudo profundizar en el conocimiento de la lengua y la literatura italianas. Luego de haber visitado Roma y Nápoles, reunió y expuso sus impresiones entusiastas y sus observaciones acerca de los monumentos, el arte y la historia de la Antigüedad clásica y de la época pontificia en sus Cartas de Roma (v.), que, junto con los Sonetos italianos, los Sonetos constantinopolitanos y la versión poética del Infierno de Dante, constituirían su obra máxima de escritor y le asegurarían, hasta nuestros días, la más amplia popularidad entre sus compatriotas. Vuelto a la patria en 1889, tras la caída del gobierno de Stambulos, opuesto a Rusia, participó nuevamente en la actividad pública, y llegó incluso a ministro.
Finalmente, empero, cansado, desconfiado, desilusionado y enfermo (había conocido — y conoció de nuevo asimismo en sus últimos años— la dura lucha por la existencia, las privaciones y a veces hasta la miseria), retiróse a la vida privada y consagró sus postreros esfuerzos únicamente a la producción literaria, en la cual, sin embargo, no logró encontrar una satisfacción y un consuelo verdaderos. Fue un escritor fecundo; a sus diversos cantos y sonetos y a las Cartas de Roma cabe añadir, en el inventario general de su obra, diversos relatos en prosa y bocetos, que suelen reflejar de una manera realista cosas vistas, sentidas o vividas en distintos ambientes del pueblo y la sociedad, recuerdos líricos de la propia vida (En la cárcel), algunos dramas, páginas de crítica literaria (sobre temas normalmente búlgaros, aun cuando también acerca de Dante y Beatriz), traducciones de poetas extranjeros (en general italianos y franceses, y, en menor proporción rusos), y otras de dramas y comedias de Molière, Racine y Shakespeare. La muerte le sorprendió a los cincuenta años en Grenoble, a donde se había dirigido en busca de una mejora para su precaria salud.
E. Damiani