Nació el 25 de noviembre de 1814 en Heilbronn (Suabia), donde murió el 20 de marzo de 1878. Cuando niño, había intentado construir un «perpetuum mobile»; el fracaso de tal empresa le conmovió profundamente. En adelante, sus estudios se orientarían en su totalidad hacia el problema de la transformación de la energía. Cursó Medicina en Tubinga y, después, en Munich, donde graduóse en 1838 y presentó la disertación Sobre la santonina [über das Santonin]. Estuvo asimismo en París, y en 1839 enseñó en Heilbronn. Al año siguiente, deseoso de completar su formación con un viaje, pidió y obtuvo ser admitido como médico de una nave holandesa, que partió de Rotterdam con destino a Java. Mayer permaneció en esta isla desde mayo hasta septiembre, y allí estudió la influencia de los climas cálidos sobre el organismo humano.
A través de las numerosas sangrías hechas a la tripulación, advirtió que la sangre venosa de los marineros había adquirido un color rojo como el de la arterial, y descubrió que en los climas cálidos pierde ésta última menos oxígeno en su paso por los capilares porque el organismo no precisa producir tanto calor como en otros ambientes. Vuelto a la patria en 1841, se estableció en su ciudad natal y obtuvo el cargo de cirujano inspector del municipio. Durante el tiempo libre profundizó las observaciones llevadas a cabo en Java, y estudió la relación entre el calor animal y el trabajo efectuado. Tales investigaciones completaron las precedentes de Priestley, Ingenhouss y Saussure sobre el intercambio material en las plantas y los animales. Fruto de los estudios en cuestión fue su trabajo Bemerkungen über die Kräfte der umbelebten Natur (v. Fuerzas de la naturaleza inorgánica), aparecido en Woehler’s und Liebig’s Annalen der Chemie en 1842, y en el cual exponía un nuevo método para la determinación del equivalente mecánico del calor. Publicó después El movimiento orgánico en relación con el metabolismo [Die organische Bewegung in ihrem Zuzammenhange mit dem Stoffwechsel, 1845], donde formulaba, independientemente de las investigaciones antes llevadas a cabo por otros, el primer principio de la termodinámica.
Joule, Seyffer y Helmholtz reivindicaron contra él la prioridad del descubrimiento, lo cual, como la conjuración de silencio con que se le rodeó, afligióle mucho. En 1847 Mayer procuró precisar los términos de la controversia con una clara exposición del principio acerca de la equivalencia mecánica del calor; sin embargo, desalentado por la indiferencia general quedó sumido en una profunda neurastenia, que en 1850 indújole a un intento de suicidio. El único reconocimiento oficial por él recibido fue el nombramiento de académico. El desarrollo adquirido ulteriormente por la termodinámica le valió el interés de Clausius, de Tyndall e incluso del químico Liebig. Dos años después de su muerte, Dühring exaltóle como el Galileo del siglo XIX. Entre las restantes obras de Mayer cabe mencionar Contribuciones a la dinámica celeste [Beiträge zur Dynamik des Himmels, 1848], Notas sobre el equivalente mecánico del calor [Bemerkungen über das mechanische Äquivalent der Wärme, 1851], Sobre las necesarias consecuencias e inconsecuencias de la mecánica del calor [über die notwendigen Consequenzen und Inconsequenzen der Wärmemechanik, 1869] y Conferencias científicas [Naturwissenschaftliche Vorträge, 1871]. Los textos de nuestro autor fueron reunidos en el volumen La mecánica del calor [Die Mechanik der Wärme, 1867 y 1893].
F. Albérgamo