Nació el 11 de marzo de 1754 en Ribera del Fresno (Badajoz), murió el 24 de mayo de 1817 en Montpellier. Poseyó este gran poeta una personalidad incierta, privada de verdadera firmeza, en una época de transición y de tumultuosos acontecimientos políticos. Tras sus primeros estudios en Madrid y en Segovia en compañía de su hermano, su primer guía espiritual, Meléndez Valdés encontró en el centro poético de Salamanca (adonde se había dirigido en 1772 para seguir los estudios jurídicos), en la celda de fray Diego González, la llave de su formación literaria. A través del espíritu curioso y cosmopolita de Cadalso conoció las más importantes corrientes europeas de la época y fue encaminado hacia la poesía ligera mientras la influencia, en aquel período solamente epistolar, de Jovellanos le inclinaba hacia la filantropía, el odio al fanatismo, el amor al progreso y a la filosofía. En 1780 obtuvo el premio de la Academia Española por la égloga Batilo, elogio de la vida campestre.
De 1778 a 1789 desempeñó la cátedra de Humanidades de la Universidad de Salamanca; pero después de los primeros grandes éxitos poéticos a raíz de la aparición de sus Poesías (1785, v.), quizá por la contradicción que existió siempre en él entre la musa anacreóntica y la filosófica, entre la voluptuosidad y la transcendencia, abandonó Salamanca y se hizo magistrado. A partir de 1789 actuó de juez pasando de Zaragoza a Valladolid, y luego a la corte; pero no escapó a la turbulencia de las peripecias políticas, y le ocurre a menudo, en las odas anacreónticas, lamentar la ausencia de la paz campesina como ya hiciera su modelo fray Luis de León. Durante la invasión napoleónica, en vez de seguir el ejemplo de sus amigos Quintana y Jovellanos que se opusieron a los franceses, siguió el de sus enemigos Moratín y Hermosilla, y fue afrancesado, aunque con cierta vacilación.
Aceptó cargos de los invasores, por lo que al triunfar la lucha por la independencia viose obligado a marchar al destierro, a Nimes, Tolosa y Montpellier, donde murió de parálisis, pobre y abandonado. En 1866 sus restos fueron restituidos a Madrid, junto a los de su amigo Goya, que había pintado su retrato en 1797.
A. Bianchini Fales