Nació el 9 de septiembre de 1806 en Madrid, donde m. el 2 del mismo mes de 1880. Hijo de padre alemán y madre andaluza, ésta, enloquecida por la emoción que se apoderó de ella al contemplar el asesinato de un protegido de Godoy, falleció en septiembre de 1808. H. contaba entonces dos años, y fue llevado a Valparaíso de Abajo, de donde volvió a Madrid en 1815. Su progenitor, que había dado a los hijos la instrucción elemental, era maestro ebanista, y le indujo al ejercicio de tal profesión. Más tarde, entre 1819 y 1823, H. estudió con los jesuitas en un colegio madrileño. Este último año, y bajo la acusación de liberalismo, fueron confiscados los bienes del padre, quien, abatido, enfermó.
El joven hubo de regresar al taller, a manejar «martillo y escoplo», según sus propias palabras, aun cuando sin abandonar los estudios. Durante este período tradujo comedias francesas y refundió otras españolas (como El amo criado, de F. de Rojas, representada en 1829). Escribió también dos dramas históricos. Para obtener una mejor solución del problema financiero sin renunciar a la vocación teatral estudió taquigrafía, y como taquígrafo empezó a trabajar en la Gaceta y en el Diario de Sesiones del Congreso. Luego hizo representar Los amantes de Teruel (1837, v.), drama en verso de la fatalidad, del cual escribió tres versiones, y posteriormente nuevas obras dramáticas de ambiente histórico, de acuerdo con el gusto romántico, y de otros géneros diversos. Abandonado el empleo de taquígrafo, ingresó en 1844 como oficial primero en la Biblioteca Nacional, donde amplió su ya vasta cultura con el estudio de los literatos extranjeros Metastasio, Alfieri, Molière, Voltaire, Scribe, Dumas, etc., cuyas obras tradujo, imitó o refundió.
Luego de otros éxitos, obtuvo dos más de gran resonancia con los dramas Doña Mencía o La boda en la Inquisición (v.) y La jura de Santa Gadea (v.). En 1847 ingresó en la Real Academia, donde en otro tiempo pensara emplearse como conserje. Director de la Escuela Normal entre 1854 y 1862, empezó a serlo este último año de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñó hasta 1875. Aficionado con pasión al teatro español del Siglo de Oro y a las leyendas nacionales, dedicóse también, tendiendo siempre a la mayor perfección y a la concisión, al cultivo de otros géneros literarios: la fábula, ‘ el cuento infantil, la poesía, los estudios filológicos y los artículos de costumbres. Muy importante resulta su actividad de editor, meritoria por la difusión, a través de la Biblioteca de Autores Españoles, del teatro de Tirso de Molina, Lope, Calderón y Ruiz de Alarcón; dirigió, además, la edición de la obra póstuma de L. Fernández de Moratín y apostilló el tercer tomo de la del Quijote de 1871-1879.
Condecorado con las cruces de Isabel la Católica y de Carlos III, rechazó el cargo de senador, satisfecho ya con su vida de estudio. Sus últimos años, empero, se vieron amargados por la pérdida progresiva de la vista, que le impedía la contemplación de formas y colores, a cuya representación se había dedicado H. cuando joven con los pinceles.
G. Savelli