Joseph Conrad

Seudónimo de Jósef Teodor Konrad Nalegz Korzeniowski, que nació el 3 de diciembre de 1857 en Berdiczew, en Podolia (Ucrania), y murió el 3 de agosto de 1924 en Bishopsboume (Kent).

Hijo de una familia polaca de la pequeña nobleza rural, transcurrieron los primeros años de su vida en Varsovia, donde su padre, Apolo, autor de comedias y dramas, traductor de Shakespeare y director de una revista, se vio envuelto en la insurrección de 1863 y deportado a Vologda.

La madre, Evelina Bobrowska, falleció a los treinta y cuatro años, víctima de las privaciones de la de­portación. Huérfano a los doce, en 1869, encargóse de C. su tío Tadeusz. El mucha­cho cursó la enseñanza secundaria y ma­nifestó una predilección especial por la geografía; pasados unos años, expresó el deseo de ser marino.

Durante un viaje a Italia pudo contemplar por vez primera el mar en Venecia, y con la travesía entre esta ciudad y Trieste inauguró la prolon­gada serie de sus viajes marítimos. A los diecisiete años (1874) inició su vida efec­tiva de marinero; llegado a Marsella, se en­roló en distintas naves, y frecuentó no sólo la gente de mar, sino también los círculos aristocráticos y legitimistas de la ciudad.

Realizó un viaje a las Antillas, y en algunas travesías embarcó mercancías clandestinas para aquellos círculos monárquicos. Al cabo de cuatro años, desilusionado del ambiente y la vida de Marsella, y posiblemente in­fluido por una adversa y fugaz experiencia amorosa, abandonó inesperadamente Fran­cia y marchó a Inglaterra sin saber una palabra de inglés.

Allí empezó a dedicarse al cabotaje entre Lowestoft y Newcastle, y leyó a Shakespeare en los momentos de asueto. Las travesías de un lugar a otro sucediéronse ininterrumpidamente: con el «Duke of Sutherland» desembarcó en Sidney; con el «Europa» llegó a varios puertos italianos; con el «Loch Etive» regresó otra vez a Sidney; enrolado en el viejo «Palestine», estuvo a punto de morir cuando éste se incendió y hundió; a bordo del «Narcissus» arribó a Bombay.

En 1886 adquiere la nacionalidad inglesa; mientras tanto, ha­bía logrado el título de piloto de altura de la marina mercante británica. Aquel mismo año empezó a escribir, por mera distracción, un relato titulado The Black Mate, destinado a un concurso convocado por una revista. No obstante, reanudó su vida marinera: navegó entre Singapur y Borneo, experimentando peligrosas trave­sías, las fiebres y los estragos del cólera.

En la isla Mauricio, donde hubo de recalar forzosamente, conoció a Eugenie Renouf y se enamoró de ella, por lo que la pidió por esposa. Al saber que ya estaba prome­tida, regresó a Londres, donde permaneció varios días sumido en una dolorosa incons­ciencia. En 1889 inicia la composición de su primer libro, La locura de Almayer (v.), en el que se reflejan sus más lozanos re­cuerdos de Oriente.

Sin embargo, llevado nuevamente por el afán de aventuras, con­siguió el mando de una embarcación del Alto Congo; tras una durísima experien­cia, hubo de regresar a Europa a causa de un grave ataque de reumatismo. Forzado a reponerse en un establecimiento hidroterápico, prosiguió allí la redacción de su novela, que, sin embargo, no terminó has­ta 1894, al cabo de otros viajes y travesías.

El éxito de la obra (1895), compuesta fati­gosamente (el inglés fue, al principio, una lengua extranjera para C., quien, sin embar­go, aprendió más tarde a escribirla en un estilo muy personal, admirable) decidió su carrera.

En 1896, nuestro autor contrae ma­trimonio con Gessie George y se establece en Inglaterra, donde con la ayuda de Ford Madox Hueffer decide dedicarse exclusiva­mente a la literatura. En el curso de ca­torce años, y a pesar de su precaria salud y las dificultades económicas, compuso una serie de obras maestras que introdujeron en la novela de aventuras y en la narrativa de ambiente marítimo y tropical una pro­fundidad psicológica y una intensidad sim­bólica gracias a las cuales figura C. entre los narradores más ilustres de todos los tiempos.

A La locura de Almayer siguió, un año después, Un vagabundo de las is­las (v.), El negro del «Narcissus» (v., 1898). Lord Jim (v., 1900), Juventud (v.) y Corazón de tinieblas (v., 1902), Tifón (v., 1903), Nostromo (v., 1904), El espejo del mar y Cró­nica personal (1906), El agente secreto (v., 1907), Un grupo de seis (1908), Ante los ojos de Occidente (1911), Entre la tierra y el mar (1912), Azar (v., 1914), Victoria (v.) y Entre las mareas (1915), La línea de som­bra (1917), La flecha de oro (1919), Salva­mento (1920), El aventurero (1922), y gran número de diversas narraciones, apuntes autobiográficos, notas literarias, etc., todo lo cual se halla contenido en los veintitrés tomos de The Uniform Edition of the Works of Joseph Conrad (ed. Dent, 1923).

Durante la Guerra Mundial volvió por algún tiempo al mar, para el cumplimiento de un servicio que el Almirantazgo británico le había en­comendado a lo largo del litoral. En 1923 marchó a Nueva York, donde se encontró con Paderewski. De nuevo en Inglaterra, murió al año siguiente. A pesar de las ob­jeciones de algunos críticos a su lenguaje excesivamente elaborado, C. es considerado como un clásico y su influencia ha sido notable incluso fuera de la literatura inglesa.

M. Colombi Guidotti