Escritor y político chileno que nació en Rancagua en 1817, murió en 1888. Discípulo de José Joaquín Mora y de Andrés Bello, fue el verdadero propulsor de la literatura nacional chilena: las bases de la renovación que propugnaba, expuestas principalmente en su famoso discurso con que inauguró la Sociedad Literaria (3 de mayo de 1842), no tenían un valor intrínseco trascendente, pero sirvieron sin duda para provocar un despertar literario nacional. Lastarria aconsejaba que no se imitara todo lo español, pues ello significaba la continuidad de la colonia; ni tampoco lo francés, para no desviarse de lo verdaderamente chileno.
Y la repercusión de su criterio se explica por la importancia de los cargos y las actividades del orador, que fue periodista, político y diplomático, diputado y senador en varias legislaturas, abogado en ejercicio, ministro de Hacienda en 1862, ministro del Interior en 1876, y representó a su país en Perú, Argentina y Brasil, a donde volvió en 1879 para gestionar la neutralidad de dicha nación en la guerra del Pacífico, gestión en la que tuvo acierto y obtuvo éxito; acabó su vida profesional como magistrado de la Suprema Corte. Se considera como su obra literaria más considerable la titulada Recuerdos literarios (v.); sin embargo, lo más importante en su obra es el conjunto de sus actividades como propulsor literario y cultural, como organizador y alentador de sociedades y grupos, como protector de valores y animador de voluntades. Y además, hay un hecho en su vida literaria que lo señala como iniciador de la novela chilena: la publicación en 1843 de su cuento El mendigo en el periódico El Crepúsculo.
Por todo ello ha sido llamado «el padre del desarrollo literario en Chile». Nuestro autor, aparte sus actividades ya señaladas, es un escritor costumbrista que recoge sus narraciones en 1885 en un volumen titulado Antaño y hogaño: novelas y cuentos de la vida hispanoamericana. Pero le es difícil separar el aspecto literario del político, según observamos en su apasionado Don Guillermo: historia contemporánea (1860). Escribió otros trabajos de menor interés sobre muy variados temas: testamentos, Geografía, Derecho constitucional, sobre Portales (1861), La América (1862), acerca de minería, sobre la conquista y el sistema colonial en Chile, etcétera.
J. Sapiña