Nació en Vinaroz el 8 de mayo de 1873 y murió en 1940 en Madrid. Su padre era torrero, y en 1877 trasladóse con su familia a San Sebastián. Allí pasó José María la infancia y la juventud. Apenas terminados los estudios elementales, a los quince años empezó a escribir; dedicó todas las horas libres al estudio y a las letras, con lo que adquirió una considerable cultura, enriquecida luego con largos viajes por Europa y América. Mientras tanto, ganóse el sustento con varias ocupaciones, entre otras las de telegrafista y dibujante. Su timidez y el afán de una formación cultural más sólida hicieron que retardara la publicación de sus trabajos; y, así, dijo de él mismo que se dio a conocer en una edad en la cual otros se hallan ya cansados de la literatura.
Pasó largas temporadas en la América española, sobre todo en Argentina. Poseedor de un temperamento abierto, generoso y apasionado, llevó a sus obras, con un espíritu sagaz y a veces irónico, y siempre sincero y agudo, sus aspiraciones y sentimientos, y ensalzó tanto a los grandes santos y guerreros como las conquistas de la industria. Aun dentro de la evolución natural de su personalidad, permaneció fiel al sentimiento patrio (fue un apasionado paladín del hispanoamericanismo), y en los últimos años de su vida una acusada tendencia nacionalista acercóle a Ramiro de Maeztu. Fue cronista, autor de ensayos, periodista, historiador y novelista. En este último aspecto destaca singularmente por su obra El rey Nicéforo (1919, v.).
Su actividad más importante fue la desarrollada como ensayista, en la cual llegó a ser un verdadero maestro. Del denso conjunto de sus producciones cabe mencionar Vieja España (1907), Tierra argentina (1910), Cuadros europeos (1916), El poema de la Pampa (1918, v.), Los fantasmas del Museo (1919), Alma vasca (1920), Instantes (1927, v.), Bolívar el Libertador (1930) y Loyola (1935, v.).
P. Raimondi