John Wyclef

Nació en Wyclif, cerca de Richmond (Surrey), entre 1320 y 1330, de una familia de la pequeña nobleza del Yorkshire; murió el 31 de diciembre de 1384 en Lutterworth (Leicester). Estudió en Oxford hacia 1344 y, muy dotado para las Matemá­ticas y la Filosofía, se consagró no obstante particularmente a la Teología, al derecho ca­nónico y al derecho civil inglés. Rector del colegio Balliol (1361), allí enseño Filosofía y Teología. En su doble condición de experto en derecho canónico y jurista inglés, fue encargado de redactar una defensa de los derechos de la corona inglesa contra las pre­tensiones del papa. Resultó, empero, que la defensa de los derechos reales en la contro­versia con Urbano V fue para Wyclef el punto de partida de una crítica cada vez más vasta y profunda, la cual, exacerbada por las exigencias de los papas relativas a su supre­macía y por las riquezas excesivas de la Igle­sia, acabó por afectar también a puntos de la confesión, y la eucaristía, a la primacía de la sede romana, etc.

En conclusión, Wyclef afirmó la autoridad exclusiva de la Escritura y tradujo la Biblia (v.) del latín al inglés (1378). Esta traducción, escrita en colabora­ción, constituye un hito esencial en la his­toria de la lengua inglesa, como la de Lutero lo es en la historia de la lengua alemana. La actitud de la opinión pública respecto a Wyclef evolucionó en la misma medida en que su crítica se acentuaba. Mientras que en la primera fase jurídica y nacional del asunto, Wyclef contaba con el favor y la protección del Parlamento, de la nobleza y aun del ejército, las clases dirigentes mostraron menos entu­siasmo cuando el jurista se metió con los poderes sacramentales de la Iglesia, y sobre todo cuando estalló una insurrección de campesinos contra la opresión fiscal de la nobleza (1381), que podía tener su origen en la difusión de las ideas de Wyclef. Un concilio convocado en Londres en 1382 por el arzo­bispo de Canterbury, Courtenay, condenó como heréticas, erróneas y perniciosas vein­ticuatro proposiciones extraídas de sus es­critos, en particular concernientes a la euca­ristía.

Ni la misma corte pudo impedir su expulsión de Oxford, pero las sanciones episcopales no pasaron más allá. El reforma­dor se retiró a su parroquia de Lutterworth, donde escribió su obra principal: Triálogo entre la Verdad, la Mentira y la Prudencia [Tiialogus, 1382]. Se le deben asimismo los tratados Del poder papal [De potestate papae], De la Iglesia [De Ecclesia], en el que desarrolla su concepción de la Iglesia, «co­munidad de los predestinados», y punto cul­minante de su evolución; De la verdad de la Santa Escritura [De veritate sacrae scripturaet 1378]. La influencia de Wyclef fue consi­derable: en él se apoyaron J. Huss y el cisma de Bohemia, y preparó la Reforma. El con­cilio de Constanza, al condenar las doctrinas de Huss, ordenó que los huesos de Wyclef fuesen exhumados, quemados y aventadas sus ce­nizas.