Nació en París el 29 de noviembre de 1825, murió el 15 de agosto de 1893 junto al lago de Settons (Nièvre). Es una de las figuras más importantes de la Medicina del siglo XIX y con razón considerado como el «padre de la neurología».
Licenciado en Medicina en París, a los treinta y cinco años era profesor de anatomía patológica. Tras un aprendizaje anatómico y clínico de dos años, entró en las salas de la Salpêtrière, el viejo polvorín parisiense, destinado primero a cárcel, luego a asilo para pobres y sede, en fin, del mayor nosocomio de París.
Cierto día hubo de procederse a la reorganización de personal en las salas rebosantes de enfermos, y las mujeres afectadas de convulsiones (las «convulsionares») fueron reunidas en una sala aparte y confiadas a Ch. Éste comienza ahora a concentrar su atención sobre el problema de las histéricas, que hasta entonces eran consideradas como obsesas o bien enfermas «sui generis», curables mediante la vida conyugal («nubet et malum effugiet» era el dicho común).
El fruto de estas observaciones son las famosas Lecciones sobre las enfermedades del sistema nervioso (v.), dadas en la Salpêtrière en 1873 y 1884, que fueron traducidas a todas las lenguas cultas y le dieron renombre y fortuna. En 1879, siempre en la Salpêtrière, organizó un museo anatómico-patológico y un laboratorio donde inició y difundió aquellas prácticas terapéuticas sobre base hipnótica de las que debía nacer el moderno psicoanálisis.
En efecto, en 1885 figuraba entre los ayudantes de Ch. el joven Freud, que, vuelto pronto a Viena, inspiró su nueva teoría en las lecciones del maestro. Pero Ch. miró siempre con desconfianza a la terapéutica hipnótica, considerando que «sólo los charlatanes se vanaglorian» de las dotes hipnóticas.
Elegido miembro de la Academia de Medicina en 1873 y de la Academia de Ciencias en 1883, estudió otras muchísimas enfermedades, desde la misteriosa «esclerosis en placas» hasta las localizaciones cerebrales y a la que llamará, como homenaje a su predecesor, la «epilepsia jacksoniana», dando, por otra parte, su propio nombre a múltiples síntomas cuyo valor semiológico fue el primero en establecer.
Recordemos, entre sus obras, De l’expectation en médecine (1857), De la pneumonie chronique (1860), La médecine empirique et le médecine scientifique (1867), Leçons cliniques sur les maladies des vieillards et les maladies chroniques (1868), Leçons sur les maladies du foie, des voies biliares et des reins (1877), Iconographie photographique de la Salpêtrière (1878-81), Leçons sur les localisations dans les maladies du cerveau et de la moelle épinière (1880), y en colaboración con P. Riquer, Les démoniaques dans l’art (1887) y Les difformes et les malades dans l’art (1889).
P. Sforzini