Nació en Valenciennes en torno a 1337 y murió hacia 1405 en el Henao. Sus primeros versos (compuso catorce mil, pero sólo sus crónicas permanecen vivas como hecho literario) le valieron seis años de una existencia alegre y brillante, animada por algunos viajes, en la corte de la reina Felipa de Inglaterra; el joven poeta, de origen burgués y que luego sería sacerdote, contaba algo más de veinte años cuando se estableció allí.
La deja en 1369, a la muerte de la soberana, marchando primeramente a los Países Bajos y luego a Francia; aun cuando intenta ganarse el sustento entregándose a actividades mercantiles, su . poesía, que le había hecho ya famoso, le facilita el acceso a otras cortes y casas señoriales, como la de la duquesa de Brabante y la de Gastón de Foix.
En 1380 fue nombrado canónigo del conde de Blois y luego volvió por algún tiempo a la corte de Inglaterra, donde permanecería hasta la muerte de Ricardo II. Retiróse finalmente a sus tierras del Henao y allí terminó las Crónicas (v.) y su existencia, como si con la realización de la obra a la que había dedicado su vida se hubiese extinguido para él toda razón de ser.Hombre pacífico y algo cínico, este depurado literato podía torcer su rumbo fácilmente a tenor de los acontecimientos: y así lo hizo en realidad, ya en favor de la causa inglesa o bien de la francesa.
No obstante, lo redime sin duda su obra, cuya belleza narrativa ofrece una invención continua y la gráfica representación de un mundo maravilloso. Esto buscaba precisamente Froissajrt, sacerdote con gustos y curiosidad de hombre mundano, en sus viajes y en su vida entre reyes y castillos: datos, noticias e informaciones con que alimentar sus crónicas.
Al mismo tiempo, exhortaba a los caballeros a relatar hazañas y hechos de armas, al par que obtenía documentación de los escuderos sobre las intrigas, los asesinatos, los amores y los odios de sus señores, a través de los cuales iba desintegrándose aquella sociedad feudal, de la que Froissajrt sería el más maravilloso y rico pintor.
De acuerdo con su época y vinculado por completo a su lujo gótico, pareció aceptar, tranquilo y escéptico, una existencia indiferente en medio de los brillantes y sonoros esplendores de los castillos, y ni tan sólo sintióse conmovido por la oleada de insurrecciones campesinas que en Francia e Inglaterra minaban los mismos cimientos del régimen feudal: las «jacqueries», por él descritas únicamente como «une merveilleuse et grande tribulation».
Para Froissajrt sólo contaban las historias a las cuales, con gran arte, dio carácter de fábula y donde reflejó el fantástico oropel de una época de la que este burgués inteligente y sacerdote sin religiosidad fue uno de los representantes más típicos.
G. Veronesi