Ivan Vazov

Nació en Sopot, pequeña lo­calidad balcánica, el 27 de junio de 1850 y murió en Sofía el 22 de septiembre de 1921. Es la figura más representativa de la literatura búlgara. Enviado por su padre a Rumania para que estudiara Comercio, dedicóse, más bien, a frecuentar los ambientes de los compatriotas desterrados e inició su activi­dad de conspirador. Al cabo de un par de años regresó a Bulgaria y siguió partici­pando en la lucha por la libertad del país; sin embargo, comprometido en la insurrec­ción de 1876, refugióse en Rumania, y volvió el año siguiente a la patria con las tropas rusas. La independencia de Bulgaria (1878) le valió primeramente un puesto en el Par­lamento, y después, en 1881, la presidencia de la sociedad literaria «Nauka». Los desen­gaños y las desorientaciones de la nueva vida política, empero, le perturbaron inten­samente; y así, en 1884 hubo de marchar a Italia. Análogamente, la deposición del rey Alejandro de Battenberg le llevó desterrado a Rusia (1886-1889).

Vuelto a la patria, rea­nudó la actividad política, y en 1897 fue nombrado ministro de Instrucción Pública. Sin embargo, sintióse cada vez más atraído por las letras, a las que en adelante dedicó de manera exclusiva sus mejores energías. La producción literaria de V. constituye, en su variedad y amplitud de géneros y épo­cas, un reflejo y un documento fieles de su larga y no fácil existencia, y adquiere por ello una particular significación documental que supera aun su valor artístico y su no­table importancia en el ámbito de la lite­ratura. Algo o bastante realista, como en general todos los escritores búlgaros, y un tanto romántico o seudo-romántico de base patriótica, sabe presentarnos la realidad de la vida nacional de sus tiempos e interpreta magistralmente los sentimientos, afanes e ímpetus de sus generaciones. Ofrece dra­mas aún no maduros, que se inspiran en la antigua historia nacional e integran la parte más débil y caduca de su abundante patrimonio literario. Hay también en la pro­ducción del autor cuadros de su pequeña localidad natal, como las inmejorables na­rraciones Hadzi Ahil y El veterano, rebo­santes de nostálgicos recuerdos juveniles.

Y, también, momentos, hechos, escenas y figuras de las luchas, los sacrificios y las esperanzas que caracterizaron los últimos y épicos años de la servidumbre nacional o de la dura expatriación, y se extienden, numerosos, en tomos enteros de cantos (Es­tandarte y cítara, Las penas de Bulgaria, La cítara, La rosa del Sinaí, etc.), en varias series de relatos, algunos de los cuales figu­ran entre las mejores composiciones de V. (El abuelo Joco mira…, v.), en la principal de sus novelas (Bajo el yugo, v.), que sigue siendo la obra búlgara más importante del género, y en la gran Epopeya de los olvida­dos (v.), que pretende perpetuar en un conjunto de cantos los acontecimientos y personajes más destacados del renacimiento de Bulgaria. Elevado este país a la categoría de estado libre e independiente, el autor se alegra junto con su pueblo (así lo de­muestran los cantos de Liberación y otros), con el cual, empero, vive también al uní­sono, más tarde, las amarguras y desilusio­nes del tratado de Berlín (1878); y, en Cantos a Macedonia, Cantos a Dobrudja, etc., o en algunas de sus narraciones de tenden­cia romántica (por ejemplo Un beso a Ma­cedonia), da expresión lírica y desahogo al dolor de la nación, que llora la pérdida de los territorios búlgaros arrancados a la madre patria.

La afligida existencia de los compatriotas desterrados aparece fielmente descrita sobre todo en Odiados e ingratos; y las amargas experiencias de las guerras balcánicas de los primeros y laboriosos años de la independencia encuentran una inter­pretación adecuada tanto en nuevos cantos líricos (Bajo el fragor de las victorias, Slivnica, etc.) como en otras narraciones inspi­radas en la realidad y la más vigorosa de las cuales es ¿Vienes? El conflicto bélico mundial, cuya desastrosa conclusión prece­dió sólo pocos años la muerte de V., dio lugar, finalmente, a Nuevos ecos. Un lugar aparte ocupa el ciclo poético Italia (v.), motivado por un viaje a este país, y medio­cre en cuanto obra de arte; pero vibrante de entusiasmo y admiración; se trata de una excepción respecto del contenido netamente nacional de toda la producción de V., la cual no alcanza elevados niveles artísticos, y sólo resulta lograda en las narraciones en prosa; no obstante, su calidad y su cantidad dentro del ámbito nacional y respecto del tiempo, el lugar y las ideas han permitido denominar con justicia a V. «Néstor de la literatura búlgara». Su amplia humanidad, su conciencia de la naturaleza y su pla­centero y bondadoso humor compensan largamente los defectos de la articulación artística.

A. Cronia