Historiador griego. Nació en Halicarnaso (actualmente Bodrum, pequeña ciudad turca del Asia Menor), colonia dórica de las costas de Caria, entre 490 y 480 a. de C. —probablemente hacia 484—, murió entre 426 y 421. El nombre de su padre, Lyxes, y el de un tío o primo suyo, Panyasis (autor de un largo poema sobre los trabajos de Hércules), son de origen cario; el nombre de su madre es incierto, Dryo o Roio; su hermano se llamaba Teodoro. La familia era notable y pertenecía quizá a la aristocracia de Halicarnaso; la ciudad estaba entonces bajo la dominación persa y era gobernada por el tirano Ligdamis. H. fue, pues, súbdito del imperio persa, pero en sus venas corría sangre griega; por otra parte, Halicarnaso había experimentado desde sus orígenes, la influencia jónica.
Siendo H. todavía un niño, su familia hubo de abandonar la ciudad. ¿Estaría complicada en alguna tentativa de insurrección contra Ligdamis? Parece que Panyasis, el pariente de H., fue muerto por orden del mismo tirano. Lo cierto es que en una época que no podemos precisar, pero en todo caso posterior a 479, Lyxes y su hijo H. se establecieron en Samos, donde vivieron durante mucho tiempo. Según la tradición, fue en Samos donde H. aprendió el dialecto jónico en el que redactó su obra; pero los investigadores modernos han comprobado que este dialecto era empleado también comúnmente en Halicarnaso. Poco antes de 454, esta ciudad sacudió el yugo de los tiranos y es casi seguro que H. participó en la empresa. Durante su destierro en Samos realizó algunos viajes a las regiones vecinas (Licia, Frigia, Caria, Lidia, Rodas); es posible que visitara también Ponto Euxino y que llegara hasta el centro comercial de Olbia y las islas septentrionales del mar Egeo. Después de 454 estuvo en Atenas y la estancia en esta ciudad ejerció gran influencia en su espíritu. Trabó amistad con Sófocles, el cual le dedicó un poema.
Fue admirador de Pericles y de su política lo que le llevó a mostrarse tan parcial con respecto de Atenas en sus Historias (v.), que ya los antiguos le calificaron de «filateniense». No es posible establecer con precisión las fechas de los numerosos viajes llevados a cabo por H. posteriormente, tal vez por motivos comercíales, en Tracia y Macedonia, a las colonias griegas de Sicilia e Italia, y hasta Egipto y Persia. Las descripciones, tan exactas, vivas y detalladas, que da en sus Historias, respiran tanta verdad que no podemos dudar de que haya visitado realmente, si no todos esos países, por lo menos la mayoría de ellos. Es probable que sus dos viajes más largos y más importantes, a Egipto y a Persia, tuvieron efecto entre 448 y 446. En Egipto, H., entre julio y noviembre, penetró hasta Syena y Elefantina y asistió a las fases culminantes de la crecida del Nilo; en Persia visitó seguramente Tiro y luego pasó a Babilonia, sin que podamos saber si tocó Ecbatana y Susa.
De 446 a 444 se encuentra otra vez en Atenas, donde da lecturas públicas de su obra. Según la tradición, algunas de estas sesiones se celebraron en Olimpia y en Corinto; se dice que en esta ciudad no obtuvo el éxito esperado, por lo que, más tarde, se habría vengado con calumnias contra los corintios: dícese también que detestó a los tebanos porque sus lecturas fueron prohibidas en Tebas. Es evidente que todo esto es pura leyenda y que con ello ha querido justificarse a posteriori la aversión de H. hacia Tebas y Corinto. Algunos críticos llegan incluso a negar la realidad histórica de las lecturas atenienses, si bien parece que éstas no pueden ser puestas en duda; en cambio, es más que incierto que H. haya recibido diez talentos de la Asamblea de Atenas, por una de sus lecturas, a propuesta de Anitos. De la Grecia estricta, nuestro historiador conoció particularmente los lugares que ofrecían algún interés especial para él como los santuarios de Delfos, de Dodona, Tegea, Tebas, los campos de batalla de las guerras médicas, Esparta y Olimpia.
En 446, o más probablemente en 444, Pericles quiso que sobre las ruinas de Síbaris, en la Magna Grecia, se fundase la colonia de Thurii. H. tomó parte en esta fundación y permaneció tres o cuatro años en la nueva ciudad; durante este período visitó las ciudades más importantes de la Magna Grecia y de Sicilia (Tarento, Metaponte, Crotona, Siracusa, Gela); luego regresó a Atenas. No sabemos casi nada de los últimos tiempos de su vida; es imposible incluso determinar si murió en Atenas o en Thurii; en todo caso es inadmisible la hipótesis de que dejó de existir en Pella, ciudad de Macedonia; fue Eurípides quien, años después, morirá allí. Mucho más tarde podía verse en Thurii la tumba de H., en el ágora, en la que figuraba un epitafio de cuatro versos, cuyo texto, tal como ha llegado hasta nosotros dice: «Aquí se guardan las cenizas de H., hijo de Lyxes, maestro de la historia jónica antigua, nacido en país dórico; huyendo de la insoportable crítica de sus conciudadanos halló en Thurii su segunda patria».
Ciertamente este texto no es el mismo que originariamente ostentaba su pretendida tumba. Con todo, él mismo se consideraba fundador de esta ciudad y debía por tanto quererla como propia; en efecto, en el título de sus obras se llama a sí mismo H. de Thurii.
V. de Falco