Hernán Cortés

Nació en Medellín (Bada­joz) en 1485 y murió en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, el 2 de diciembre de 1547.

Durante su juventud sirvió en Italia bajo las banderas del Gran Capitán; luego, se­diento de aventuras y atraído por las ma­ravillosas noticias que llegaban de Amé­rica, dirigióse al Nuevo Mundo y se esta­bleció primeramente en la Española y más tarde en Cuba, donde estuvo al servicio del gobernador Diego Velázquez.

Notablemente instruido en relación con la época y el am­biente (había estudiado en la Universidad de Salamanca), era además valiente, resuel­to y ambicioso. Cuando el gobernador le propuso dirigir la conquista de México te­nía sólo veintitrés años, a pesar de lo cual su consumada pericia permitía considerarle el primer capitán de aquel tiempo.

Aun cuando luego surgieran divergencias entre él y Velázquez, C. emprendió a pesar de ello la aventura. Salió de La Habana a principios de febrero del 1519, con 700 hom­bres y 16 caballos, y el 21 de abril fun­daba la ciudad de Veracruz, en territorio azteca, y se hizo investir jefe de la conquista por el cabildo de la nueva población.

Luego, apoyándose en el descontento de los pueblos sometidos por los aztecas, lograría acrecentar de tal forma su poder que el emperador Moctezuma se vio precisado a negociar la paz, invitarle a su capital y ob­sequiarle con valiosos presentes; en los pri­meros días de noviembre de 1519, C. fue acogido en la ciudad con grandes honores y desde aquel momento se convirtió en ár­bitro del Imperio.

Desembarcada en el lito­ral mexicano la expedición de castigo diri­gida por Pánfilo de Narváez y enviada por el gobernador de Cuba, estas fuerzas pasa­ron, sin derramamiento de sangre, a aumen­tar las de C. Mientras tanto, y aprove­chando la ausencia de éste, la capital de México se había levantado en armas, que­dando sitiada la guarnición española.

El conquistador regresó precipitadamente y, tras conseguir penetrar en la ciudad, logró a duras penas poner a salvo un pequeño número de sus hombres; luego dirigióse de nuevo contra la capital, sometió definitiva­mente a los rebeldes e hizo prisionero al nuevo emperador, Guatimozín.

Entonces, C. extendió su dominación a todo el territo­rio mexicano, desde donde realizó nuevos descubrimientos y conquistas que le lleva­ron hasta Honduras. Sin embargo, acusado de graves irregularidades administrativas ante la corte, hubo de regresar a España para justificarse. Carlos V aprovechó la oca­sión para desposeerle de toda autoridad política; mas en 1529 le concedía el marquesado del Valle de Oaxaca (México), con 23.000 indios.

Las Cartas de relación (v.), escritas para el monarca español, son el testimonio de la épica empresa y reflejan la profunda emoción que en el conquista­dor provocaron la naturaleza y la civiliza­ción del exótico país. Vuelto a aquellas tie­rras, emprendió nuevas expediciones y en 1536 descubría la península de California, que en vano intentó explorar.

En 1540 re­gresa definitivamente a España y participa junto con Carlos V en la desgraciada empresa de Argel. Terminada ésta, retiróse a una pequeña finca que poseía en Castilleja de la Cuesta, donde murió oscuramente. La leyenda antiespañola nos lo pinta como un hombre cruel y sanguinario; en realidad, fue un magnífico hombre de acción, un ca­pitán de pulso seguro, cuya empresa tiene algo de verdaderamente épico.

G. Bellini