Giovanni Dominici

Nació en Florencia en 1357 y murió en Buda el 10 de junio de 1419. Fue sacerdote dominico y figuró entre los partidarios de la reforma de su Orden y de la Iglesia, desgarrada entonces por el Cisma de Occidente.

En 1393 era ya vicario gene­ral de todos los conventos dominicos refor­mados, y a la muerte de Inocencio VII (1406) fue enviado a Roma por la Señoría de Flo­rencia a fin de intentar la solución del cisma, cosa que no logró. Sin embargo, ob­tuvo el aprecio del nuevo pontífice Grego­rio XII, quien al año siguiente le nombró arzobispo de Ragusa y en 1408 cardenal.

A pesar de todo, siguió tratando de con­seguir la renuncia de su protector a la dig­nidad papal, que finalmente pudo presentar en julio de 1415 al Concilio de Constanza, junto con la suya propia a la púrpura car­denalicia (que no fue aceptada). Luchó también con gran celo contra el naciente humanismo; la obra titulada La luciérnaga de la noche (v.) constituye un ejemplo del excesivo rigor con que juzgó el estudio de los clásicos.

Igual rigidez inspiró siempre su predicación, para la cual hubo de vencer antes defectos de expresión; desgraciada­mente, sus sermones han llegado hasta nos­otros condensados por él mismo en forma de tratados. De gran valor ascético y admirable sencillez y sinceridad formal son sus textos en vulgar. II libro dell’ amore di carita, la Regola del govemo di cura famigliare y las Lettere.

En 1418, el papa Martín V le envió a predicar contra la herejía husita; Dominici in­tentó oponerse a ella con medios pacíficos, pero como fracasara en este aspecto, invitó al emperador Segismundo a la lucha. Murió precisamente por aquel entonces.

C. Falconi