Nació en Bagni de S. Giuliano (Pisa) el 19 de noviembre de 1782, de noble familia fiorentina; murió en Florencia el 20 de octubre de 1861. Licenciado en Leyes en Pisa, obtuvo el nombramiento de catedrático (1807) de Historia y Mitología en la Academia florentina de Bellas Artes, de la que fue también secretario y bibliotecario, así como miembro de la Academia de la Crusca a partir de 1812. La producción de Niccolini abarca también numerosos escritos de carácter crítico-literario; pero su fama contemporánea y póstuma reside en la vasta resonancia política y patriótica de sus tragedias: tragedias clasicistas en el fondo, pero románticas en la impetuosa elocuencia y en la predilección por los temas histórico-nacionales, en los que Niccolini evocó y trató en forma alegórica temas y figuras de la historia italiana con fines patrióticos y de polémica política, de tinte fuertemente republicano y gibelino.
Particular resonancia tuvieron Nabucco (1815, v), Juan de Prócida (1817, v.) y, la más popular, Arnaldo de Brescia (1837, v.). Otras tragedias son la juvenil Medea (v.), Ino e Temisto, Edipo nel bosco delle Eumenidi (v. Edipo), Polissena (premio de la Crusca, 1810) que, junto con las traducciones de Sófocles y Esquilo, atestiguan el «origen» clasicista de Niccolini: Matilde (1815), Antonio Foscarini (1823, v.) y, más tardías, Ludovico Sforza, Beatrice Cenci (v. Los Cenci), Rosamunda d’Inghilterra, Filippo Strozzi. Niccolini explicó su dramática en Della imitazione dell’arte dramatica (1828) y en el Discorso sulla tragedia greca (1844). Entre los trabajos de carácter críticoliterario de este autor pueden recordarse: Lezioni di mitologia; Discorsi (1818) sobre las relaciones entre la pintura y la poesía; Del sublime di Michel-Angelo (1828), etc.
D. Mattalia