Giambattista Vico

Nació en Nápoles el 23 de junio de 1668 y murió el 23 de enero de 1744. Durante su juventud realizó irregu­lares estudios de Literatura, Filosofía, De­recho y Medicina. En 1693 inició su activi­dad literaria con la publicación de Affetti di un disperato, canción de intenso pesimis­mo cósmico. En 1699 ingresó en la Academia Palatina; también este año, casi al mismo tiempo que contraía matrimonio con la anal­fabeta Teresa Caterina Destito, era nom­brado profesor de Retórica de la Universi­dad napolitana. Entre 1699 y 1706 escribió seis discursos de inauguración del año aca­démico en los cuales se percibe el eco de los diversos filósofos estudiados por el autor en sus años juveniles, singularmente de Descartes (v. Los discursos inaugurales).

Va­lor muy distinto presenta un séptimo exor­dio, Criterio de los estudios de nuestro tiem­po (v.), pronunciado en 1708 y publicado por el mismo Vico, con muchas adiciones, en 1709; en tal obra, al par que alumbra cualesquier ramas de saber, penetra claramente en la «querelle des anciens et des modernes», y asume en ella el papel de árbitro en nom­bre de una filosofía nueva, ya no cartesiana. Posiciones todavía más avanzadas presenta en el Liber metaphysicus (1710), el único publicado de los tres que debían integrar la obra Del antiquísimo saber de los itá­licos (v.). En adelante, la base del conoci­miento será, para Vico, no la evidencia, la percepción o la idea clara y distinta, de tra­dición cartesiana, sino — genial anticipo del historieismo de Kant, Hegel y Croce— la «conversión de lo verdadero» con el hecho: «conditio sine qua non» para la compren­sión efectiva de alguna cosa será la realiza­ción de ésta.

Complemento de una gnoseología fundamentada en tal principio es un nuevo sistema de metafísica, cuya parte más original reside en la teoría de los «puntos metafísicos», que, como los de carácter geo­métrico —origen de líneas y superficies —, dan lugar a extensiones. Al Liber metaphysicus hubieran debido seguir un Liber moralis, jamás escrito, y un Liber physicus, seguramente sólo esbozado y en el cual habría sido expuesto un nuevo sistema de filosofía de la naturaleza o cosmología. La composición de la amplia biografía del feld­mariscal austríaco Antonio Carafa (v. Vida de Antonio Carafa), indujo a Vico al estu­dio de las obras de Grocio, Selden y Pufendorf, y de las teorías de Hobbes. Y así, apro­pióse la hipótesis, epicúrea o libertina, que considera base de la civilización a una hu­manidad no culta, sino salvaje, poseedora únicamente de un oscuro instinto de con­servación que la condujo a la vida en socie­dad.

Sin embargo, no se limitó a ello, y supo establecer una ciencia verdaderamente nueva, en la cual la Folología y la Filosofía se auxilian mutuamente. A consecuencia de tal descubrimiento de carácter general llegó a otros particulares, como los de la filosofía del arte y de lo útil, la revolución introdu­cida en la historiografía de la Roma pri­mitiva y la comprensión de Dante y Ho­mero en una época adversa a tales autores. A los resultados así conseguidos consagró Vico El derecho universal (1720-22, v.), La scienza nuova prima (1725) y La ciencia nueva segunda, en las dos versiones de 1730 y 1744 (v. La ciencia nueva). Entre otros textos de la época destacan la Autobiografía (v.) y las Vindiciae (1729, v.). Ya minado por la tuberculosis, acabaron de perjudicarle el exceso de trabajo y una serie de adversadas familiares y profesionales. En 1741 re­nunció a la cátedra en favor de su hijo Je­naro. Sus últimos días viéronse torturados por una tenebrosa misantropía.

F. Nicolini