Geoffrey Chaucer

Nació entre 1340 y 1345, m. en Londres el 26 de octubre de 1400. Hijo de una familia que originariamente re­sidía en Ipswich (Suffolk), donde se dedi­caba al comercio del vino y la lana y a la recaudación de impuestos, posiblemente gracias a las relaciones de su madre pudo ingresar Chaucer como paje al servicio del prín­cipe Lionel, duque de Clarence e hijo se­gundo del rey Eduardo III, y luego en la casa real en calidad de escudero.

En la pri­mera fecha cierta de su vida (1357), el poeta aparece entre los servidores de la condesa Isabel de Ulster, esposa del príncipe Lionel, donde, se formaría en el ambiente de la corte, entonces bajo la influencia francesa.

Entre el 4 de diciembre de 1359 y el mes de enero de 1360 participó en la expedición de Eduardo III a Francia; en el curso de uno de los ataques cayó prisionero y fue rescatado el 1.° de marzo de 1360.

Desde octubre siguiente hasta junio de 1367 se ex­tiende un período oscuro en la existencia de Chaucer, quien probablemente debió de con­tinuar al servicio de una de las ramas de la familia real (quizás a la del hermano de Lionel, Juan de Gante, la pérdida de cuya mujer lamentó en El libro de la duquesa, v.) y seguir estudios jurídicos en el Inner Temple de Londres.

Seguramente casó en 1366 con una de las damas de la reina, Filipa, hija, según se cree, de sir Payne Roet. En 1369 estuvo otra vez en Francia, en la expedición capitaneada por Juan de Gante. No tardó Chaucer en ocuparse de misiones diplo­máticas, para cuyo desempeño hacíale apto la formación que debió recibir en el Inner Temple.

Un documento del 17 de julio de 1368 señala que aquel año marchó al extran­jero con un encargo no bien conocido. Acer­ca de ello cabe hacer notar que el 29 de mayo el príncipe Lionel se había casado en Milán con la hija del duque de esta ciu­dad; aun cuando el escritor no le acompa­ñase, pudo haber llegado a dicha pobla­ción a tiempo aún de encontrar allí a Pe­trarca, el cual asistió a las fiestas nupciales.

En 1377 desempeña en Francia otra misión diplomática: la negociación dé un tratado de paz y de la boda entre el futuro Ricar­do II con la princesa María de Francia. A la intensa influencia francesa experimen­tada por nuestro autor, debe añadirse la italiana. El 12 de noviembre de 1372, Chaucer fue nombrado miembro de una comisión encargada de tratar con Génova la elección de un pcomisión Inglaterra donde los mer­caderes genoveses pudieran gozar de especiales privilegios.

Los otros miembros del grupo eran dos italianos, Iacopo de Provano di Carignano, entonces segundo jefe de una flota de Génova, y Giovanni de Mari; la circunstancia de que nuestro literato fuese el único inglés de la comisión permite juz­garle, posiblemente, persona muy indicada para el cometido por su conocimiento del italiano y su formación jurídica.

Las cuen­tas del viaje referentes a Chaucer se extienden entre el 1.° de diciembre de 1372 y el 23 de mayo de 1373. En tal ocasión, el escritor visitó asimismo Florencia, seguramente a fin de negociar con los banqueros florentinos un empréstito para el rey. Su nueva y úl­tima misión en Italia tuvo lugar en 1378, fecha en la que se dirige allí con sir Eduar­do de Berkeley para tratar de obtener de Bernabé Visconti y de su yerno, el célebre «condottiero» sir John Hawkwood (llamado en italiano Acuto), el auxilio de los milaneses en la guerra contra Francia.

En oca­sión de estas embajadas, Chaucer pudo observar de cerca la vida de tres poderosas ciudades italianas, Génova, Florencia y Milán, y lle­var consigo a su patria impresiones directas de hombres eminentes, además de manus­critos de obras literarias — de Dante, Pe­trarca y Boccaccio— que ningún otro país poseía entonces. Dominado al principio por el influjo del Román de la Rose y de sus imitaciones luego, alentado por la expe­riencia realizada en Italia, se muestra muy pronto digno seguidor de los grandes mode­los de este país e interpreta bajo nuevos criterios la vida inglesa circundante.

El tipo de negocios en que se ve envuelto desde 1374 en adelante no parece, a primera vista, nada propicio al desarrollo de una labor literaria. De 1374 a 1386 actúa de inspector de impuestos y subsidio («Customs and Subsidy») de lanas y pieles en Londres, lo cual le obliga a llevar correctamente los libros correspondientes y a una serie de diligen­cias personales.

Desde el 20 de abril de 1382 hasta fines de 1386 hubo de cuidarse, ade­más, de los minuciosos impuestos del puerto londinense. En el desempeño de ambos car­gos pudo disponer, a partir de 1377, de un diputado. Todos los recaudadores colegas suyos eran ricos personajes, magnates de la ciudad de Londres y jefes de poderosas cor­poraciones.

En octubre de 1385, Chaucer llegó a figurar entre los jueces de paz del condado de Kent, territorio del cual pasó a ser tam­bién representante en el Parlamento en el verano de 1386. Todas las conjeturas per­miten suponer que el abandonar el cargo de inspector de impuestos en diciembre de ese mismo año debióse al propio deseo de reti­rarse a Kent y no al cambio de las condi­ciones políticas (la dirección del Gobierno por el duque de Gloucester, en perjuicio de la autoridad real).

Durante los dos años y medio siguientes sólo sabemos de Chaucer que enviudó. Llegado Ricardo II a la mayoría de edad (1389) y vuelto Juan de Gante, inicióse un período favorable al poeta, quien, a lo largo de un año, recibió el nombra­miento para tres cargos que no eran preci­samente sinecuras, y ello en la misma época en que componía Los cuentos de Canterbury (v.): superintendente de las construc­ciones reales; inspector de muros, fosos, puentes, etc., en el trecho del Támesis com­prendido entre Greenwich y Woolwich, y superintendente de los trabajos de la St. George’s Chapel de Windsor, cargo que obligaba a Chaucer a llevar frecuentemente con­sigo grandes sumas de dinero y le hizo caer en manos de los ladrones por dos veces, en una de las cuales debió de escribir Complaint to his Purse, lamentación del poeta ante su bolsa desvalijada.

Estas adversidades pueden haber sido la razón que le llevaron a dejar el cargo, a lo que pudo inducirle también el deseo de reposo y tranquilidad. En 1391 fue nombrado subintendente forestal del parque de North Patherton (Somersetshire); probablemente, Chaucer debió de residir en este lejano territorio gran parte del año, hasta uno antes de su muer­te.

La víspera de Navidad de 1399 alquiló al «warden» de la St. Mary’s Chapel, en Westminster Abbey, una casa situada en el jardín de la capilla. El vivo contacto man­tenido por el literato a lo largo de toda su vida con las diversas clases sociales — cor­tesanos, plebeyos, mercaderes, artesanos y literatos (como Gower, Deschamps y Froissart) — constituyó una inmejorable prepa­ración para componer las inmortales figu­ras del Prólogo y de Los cuentos de Canterbury, con lo cual la experiencia vivida quedó unida a la cultura recibida por Chaucer de las lecturas, notable en relación con su época; las confesiones personales y los tes­timonios de sus mismos contemporáneos le muestran precisamente estudioso más bien que hombre de actividad pública, y en sus obras resulta evidente el asiduo estudio de los tratados de retórica entonces en boga.

Algunos de los numerosos autores de cuyos textos se aprovechó, ejercieron en Chaucer una influencia permanente: cabe señalar entre los de importancia mayor a Juan de Meung, Dante y Boccaccio. Aun cuando nuestro autor permaneciera al margen de los aspec­tos más sublimes y terribles de la Divina Comedia (como manifiesta claramente su paráfrasis del episodio del conde Angolino en el Cuento del monje), utilizó dicha obra como una enciclopedia, acudiendo a ella en busca de continuas sugerencias, y posible­mente se valió también de ella para trazar el plan general de Los cuentos de Canterbury.

El temperamento burgués y nada he­roico de Chaucer adquiere también plena evi­dencia en la imitación del poema de Dante que resulta ser La casa de la fama (v.), siquiera ciertos episodios de tono burlesco, ante los cuales han admirado los críticos el delicioso «humour» del literato inglés, puedan no ser intencionales.

Parece haber tenido mayor afinidad con Boccaccio que con Dante, aun cuando, incapaz de compartir la moderna espiritualidad que invade el Filostrato (v.) de aquél, haya llevado tal carácter en su Troilo y Criseida (v.) a la fórmula netamente medieval del «amor cortesano» que se encuentra, por ejemplo, en Chrétien de Troyes. Al escribir sus obras en el dialecto centro-oriental (East Midland) de Inglaterra, Chaucer contribuyó notablemente al prestigio de tal habla; pero no por ello se le puede considerar, como generalmente suele hacerse, «padre» de la lengua inglesa.

M. Praz