Poeta dominicano nació en Santo Domingo el 23 de octubre de 1861 y murió en San Pedro de Macoris el 18 de enero de 1913. Se le señala como la primera figura poética de su generación, pero tal vez fuera más justo conceptuarlo, en términos absolutos, el primer poeta de su país, guardando acaso un lugar a su lado para Salomé Ureña de Henríquez, y otro que andando los años ocuparía Fabio Fiallo.
Se trata de un poeta original, aun admitiendo en algunas de sus composiciones la influencia tangible de Campoamor. Renovador del lenguaje poético, dice lo cotidiano como si lo inventara; posee un inagotable caudal de recursos técnicos que, al pasar por el sereno tamiz de su inspiración, se transforman en jugosa espontaneidad.
Tal vez lo mejor que escribió sea el poema de ambiente psicológico (Angustias, Confidencias de Cristina), donde naturalmente se advierte el influjo campoamoriano, pero no sería justo negar al poeta del Caribe, si de enfrentarlo se trata con el notable creador de las Doloras, una proyección más vasta y un menor propósito de «hacer» filosofía moral. También dio a su estilo viriles tonos cuando su inspiración lo llevó por el camino de la poesía política.
Su oda Ololoi es una bella muestra de civismo poético, y cuando se trata, en breves trazos, de pintar al dictador, azote de los pueblos americanos, Deligne esculpe una definición digna del mármol: «Él, de un temple felino y zorruno, / halagüeño y feroz, todo en uno; / por aquel y el de allá y otros modos, / se hizo dueño de todo y de todos.»
No fue menos feliz en el poema descriptivo, como muestra En el botedo, brillante ejemplo de plasticismo y tranquila meditación. Las más apreciadas de sus composiciones figuran en el volumen Galaripsos (v.).
J. Sapiña