Poeta y ensayista salvadoreño nació en San Miguel en 1863, murió en 1955. Por error, se consigna en el estudio de sus Poesías (v.) que murió en 1928. Los estudios clásicos, el periodismo y la política llenaron su vida, pero tuvo tiempo de escribir versos, dramas y ensayos de diversa índole. Se formó en su país, pero viajó por Europa y América del Norte y del Sur.
Se enamoró de los parnasianos, tradujo a los románticos franceses (Víctor Hugo, Lamartine) y tuvo la gloria — esto es lo más importante de su vida literaria — de iniciar a Rubén Darío, según confesión del maestro de la poesía moderna, en el conocimiento de los parnasianos y los simbolistas franceses, lo que había de cuajar después en la revolución modernista, con todas sus consecuencias y secuelas literarias. Sin embargo, G. es todavía, y más que nada, un romántico que enseña a Rubén Darío a manejar el hexámetro griego y el alejandrino francés en lengua castellana.
Es el campeón del parlamentarismo en su país, funda periódicos en diversas repúblicas centroamericanas y publica La primera forma de gobierno en Centro américa; intenta la creación de un idioma universal, tiene pretensiones filosóficas (Pensamientos), se le corona como «meritísimo» en 1933 con gran solemnidad, preside la Academia Salvadoreña de la Lengua, se ocupa de música y de historia, escribe un interesante Estudio sobre la personalidad de Juan Montalvo y logra estrenar con éxito algunos dramas. Sin embargo, no podemos olvidar que su recuerdo va íntimamente asociado a la personalidad literaria y al nombre de Rubén Darío, aunque otros valores suyos formen naturalmente parte importante de la historia de las letras en El Salvador.
J. Sapiña