Firdusi de Tus

Nació en Tus (Khorasán, cerca de la actual Meshhed) hacia el 935, donde murió en tomo al 1020. Es el poeta épico más ilustre de la Persia musulmana en relación a su tiempo, y de la preislámica por la materia y el «animus» de su canto.

Escasas y vagas son las noticias que acerca de su vida poseemos, e incierto resulta has­ta su mismo nombre (Firdusi, «el paradi­síaco», no es sino el literario), del cual sólo conocemos con seguridad un elemento: Abū l-Qasim.

Pertenecía a una familia de la pe­queña nobleza rural, o sea a la categoría de los «dihqán», que eran la «élite» social y los depositarios de la tradición poética y religiosa del antiguo Irán. Respecto a la religión, la islamización de tal grupo de la sociedad y de las masas a él vinculadas se había realizado ya ampliamente en el trans­curso del siglo que nos ocupa, el X; ni tan sólo el mismo Firdusi puede ser considerado en modo alguno un musulmán falso o indife­rente.

Sin embargo, la aceptación de la nue­va fe iba unida, tanto en él como en todo el ambiente cortesano y social donde vivió, al afecto y el interés hacia la tradición na­cional, en la que la poesía épica y nove­lesca y la historia, presentada más o menos bajo la forma de epopeya, se confundían entre sí. Ello induce a considerar como es­pontáneo afán del poeta y no mera ejecu­ción de una orden superior la recopilación y versificación de las antiguas tradiciones épicas persas que Firdusi debió de llevar a cabo todavía joven, tras la muerte del otro autor poético, Daqiqi, el cual le precedió en tal actividad.

La investigación moderna ha lo­grado poner en claro la adopción por el poeta, como guía en la composición de gran parte de su obra, de una trama en prosa: la versión en neopersa, llevada a cabo poco antes del Khudainame pehlevi, especie de «corpus» oficial de la historia y la mítica protohistoria nacionales redactado bajo los Sasánidas.

A este esquema fundamental, añadió luego Firdusi numerosos episodios pro­cedentes de otras fuentes, escritas y orales; y así, hizo de su Libro de los reyes (v.) el poema épico por excelencia de la nueva Persia (el título original, Shahname, no es sino la traducción, en términos más ade­cuados a los usos lingüísticos coetáneos del Khudainame anteriormente citado). La in­mensa obra debió de ser realizada en Tus y requeriría no menos de treinta o treinta y cinco años de labor.

Una vez terminada, el poeta marchó a Ghazna, en torno al 1010, para ofrecerla al sultán turco Mahmud, a cuyo círculo literario perteneció probable­mente durante algún tiempo. Aquí la leyen­da aparece mezclada indisolublemente a la historia: se habla, en efecto, de una com­pensación prometida consistente en una mo­neda de oro por cada uno de los sesenta mil versos, de una remuneración efectiva en plata o bajo otra forma humillante, de la indignación del poeta y de su fuga una vez caído en desgracia al sultán.

Todo ello sólo permite afirmar con certeza que Firdusi no de­bió de alcanzar con su prolongada labor la protección ni las mercedes esperadas, antes bien, a causa de las intrigas de enemigos o rivales, pudo quedar mal situado ante Mahmud, quizá bajo la acusación de simpatías hacia los chiítas, que le habría enajenado el favor del celoso sultán sunnita.

Así pues, el poeta abandonó la corte de Ghazna, lanzó contra el soberano una violenta sátira, llena de amargura por el desengaño sufrido, y buscó protección y refugio en otra parte. Parece haberlos encontrado primeramente junto a un príncipe local del Tabaristán, en el litoral sur del Caspio, y luego en el Irak o el Khuzistán, donde habría compuesto para el buwaihida Bahá ad-dawla el otro poema Yusuf y Zalikha (v.), atribuido también, tras recientes investigaciones, a un poeta posterior.

Viejo y fatigado, regresó finalmente a su ciudad natal y murió en Tus hacia el 1020, antes de que pudiera conocer la tardía repara­ción de Mahmud. También aquí interviene la leyenda, que señala la entrada en la po­blación de la embajada reparadora enviada por el sultán precisamente cuando por otra puerta salía el ataúd con los restos de Firdusi.

La fama de este autor ha sido siempre muy grande en Persia y conoció una resurrec­ción en la Europa romántica y orientalista después que J. Mohl hubo realizado, bajo el Segundo Imperio, una primera traduc­ción en francés del Libro de los reyes. El Romanticismo vio en el poeta de Tus el último superviviente de la Persia «aria» y el inspirado cantor de las magníficas leyen­das del antiguo Irán, antes de que la nue­va civilización musulmana cambiara radi­calmente el alma y el semblante de su pa­tria.

Ello es exacto sólo en parte, ya que, por otro lado, no pueden ser ignorados los vínculos artísticos y espirituales que unen a Firdusi precisamente con la nueva poesía y la sociedad neopersas, de las que cabe juz­garle uno de los representantes más ilustres.

Como un Jano bifronte, se halla, al mismo tiempo, al final de la elaboración de la épi­ca irania más antigua, que se remonta has­ta el Avesta, y en los comienzos de la nue­va literatura neopersa. Poco sabemos acerca de su personalidad real, envuelta en la anéc­dota y la leyenda. Sea como fuere, pode­mos vislumbrar una figura dulce y buena, aunque no exenta de una fuerte conciencia de su valor poético.

La tierna y dolorosa elegía a un hijo muerto joven es el único atisbo que nos introduce algo en su vida íntima y nos confirma la reflexiva delica­deza del sentimiento que emana de otros episodios de su poema. Aun sin llegar a un inoportuno parangón con los mayores ge­nios poéticos de la humanidad, cabe ver en Firdusi un noble temperamento de artista y una simpática figura de hombre.

F. Gabrieli